BOXEO

Los días en que 'el Lobo de Utrera' se codeaba con Tyson, Holyfield, Chávez o Sean Connery

Los días en que 'el Lobo de Utrera' se codeaba con Tyson, Holyfield, Chávez o Sean Connery
El utrerano Javier Campanario, junto al famoso promotor Don King. - Juan Miguel J. Randado
Juan Miguel JiménezJuan Miguel Jiménez8 min lectura
El boxeo no sólo brinda combustible literario de primera, exuda literatura por cada poro. Como una metáfora de la vida concentrada en los límites de un cuadrilátero. Un espacio acotado, una puerta entreabierta, donde pugnan por ganar terreno el éxito, el riesgo o el vacío de la derrota. "Una lona en el suelo y cuatro postes sosteniendo doce sogas forradas. Oía el chasquido de los guantes golpeando. Los guantes viejos suenan más que los nuevos. Los guantes viejos a veces cortan como navajas de afeitar".

Ignacio Aldecoa lo define con la precisión de un cirujano en su relato 'Young Sánchez', como también lo hicieron Jack London, Joyce Carol Oates o Hemingway, del que se cuenta que le gustaba 'subirse al ring' con otros escritores como Dos Passos o con quien se cruzara en su camino, a veces incluso con Scott Fitzgerald como árbitro o, al menos, cronometrador. Toda una generación perdida entre directos o ganchos.

Dignos personajes de sus propias historias sobre blanco, como aquellos con los que compartió páginas nuestro Javier Campanario, 'el Lobo de Utrera', subcampeón del mundo del peso gallo en 1997 y toda una institución pugilística en el país. "Cuando fui campeón de España viajamos a Las Vegas con Don King. Estuvimos por toda aquella parte del Tropicana, el Hilton, el Caesars Palace". Y también en el MGM. El mismo en el que semanas antes Mike Tyson peleó frente a Peter McNeeley tras su paso por la cárcel (una noche resucitada por un oopart en la grada con forma de móvil que hace estrujarse la cabeza a los conspiranoicos). El mismo MGM en el que el rapero Tupac Shakur disfrutó del combate entre Iron Mike y Bruce Seldon poco antes de recibir varios balazos en un BMW sedán negro.

"Yo tuve un combate con un mexicano al que gané. Tyson peleó el último, a la una y pico de la noche, en la misma velada. Era una exhibición de promoción con Frank Bruno. Tyson comía aparte con los compañeros. Lo que más me impresionó fue el cuello, el cuello y la cabeza eran igual de grandes. Era una persona muy tranquila, muy humilde, muy relajada. Y luego entrenando era una máquina", asegura Campanario del boxeador de Brooklyn, un colombófilo vocacional que conectó su primer puñetazo en un pandillero que liquidó a una paloma (a la que retorció con sadismo el cuello).

'El Lobo' se codeaba por aquellos días con la jet set que pululaba por la ciudad más pecaminosa de Nevada. Hombres de negocios, deportistas, actores de Hollywood, speakers ilustres como Jimmy Lennon Jr. "Don King siempre tenía escolta al lado y comía con nosotros en la mesa. Nos presentó a Michael Douglas y a Sean Connery en el casino", admite del controvertido promotor, digno hasta de un homenaje en los Simpson.

"Holyfield, ya fuera a la hora del desayuno, en el almuerzo o en la cena, se ponía a rezar en medio del pasillo. Se sentaba allí en una esquina y se pegaba rezando casi media hora. Todo el día rezando, ya se pasaba". Una religiosidad de la que también hacía gala otra leyenda de los cuadriláteros y de la venta de parrillas de cocina. "Foreman era igual que Holyfield, se llevaba todo el día rezando. Se ordenó reverendo", puntualiza un Campanario que siente debilidad por Terry Norris, que "derrotó a una leyenda como Sugar Ray Leonard".





Más cercano aún le resultaba el mexicano Julio César Chávez, una "persona encantadora" y, en su opinión, "el mejor boxeador de toda la historia". "Ese hombre entrenaba igual o más que nosotros. Nunca bebía agua, siempre estaba bebiendo cerveza. Se tomaba las jarras de cerveza que no te puedes ni imaginar. Tanto él como sus sparrings. Terminaba de entrenar y le traían unas jarras increíbles de cerveza fría, fría, fría. Un par de jarras o tres se 'jincaba' el tío", recuerda entre risas.

Tras Las Vegas, y previo paso por México (Jalisco, Aguascalientes...), le tocó el turno a su cita histórica por el título mundial en 1997, otra experiencia plagada de anécdotas para el utrerano. "Estuve en Tailandia casi un mes entrenando para aclimatarme para el título. Aquello es precioso, estuvimos en la isla de Phuket casi un mes. Dos días en Bangkok y el resto en Phuket. Entrenábamos por la tarde-noche, porque de día era imposible. Hacía mucho calor y más que nada humedad, un 90% de humedad. El entrenamiento de allí era a las diez de la noche, hasta la una", relata.

"Durante el día estábamos en el hotel con el aire puesto. Estuvimos en la marisquería más grande del mundo con el rey y la reina de Tailandia, que nos invitaron allí a comer", concluye Campanario sobre unas estampas en las que también hay lugar para Colombia, Cuba o Zambia, donde, como en su tierra, "hacía un calor increíble".


En busca de un local digno de un subcampeón mundial

Una realidad de película diametralmente opuesta a la que vive estos días 'el Lobo de Utrera' en su municipio de origen, donde regenta el Club de Boxeo Campanario en un espacio que no reúne las condiciones soñadas por el excampeón nacional.

"Estamos en conversaciones con la alcaldía, parece que hay buena voluntad para que podamos disponer de un local mejor. Más que para mí, sería una alegría para los chicos y chicas con los que trabajo, que padecen minusvalías o han sufrido maltrato o bullying. Yo seguiré luchando por este digno y bonito deporte llamado boxeo. Pero tengo confianza, creo que vamos por buen camino", reconoce Campanario.

Más de cien jóvenes se enfundan cada jornada los guantes en un pequeño rincón de la localidad con la ilusión de entrenar con un subcampeón del mundo, tomar distancia con sus problemas y adquirir los valores del boxeo de cara a esa larga pelea, de incontables asaltos, que es la vida. Un camino recorrido de la mano de 'Campa', que a persistente no le gana nadie cuando se trata de que este deporte recupere la gloria y el nombre de antaño en Utrera. Entre golpe y golpe al punching ball, el alumno siempre tendrá tiempo de sonsacarle alguna de sus historias con Tyson, Holyfield o Don King. De pasar alguna página de buena literatura.
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