Hoy, en nuestra sección de ejemplos gráficos del refranero popular, contamos con la presencia de
Ivan Rakitic, quien ha escogido el refrán de 'Entre la espada y la pared'; pues así se encuentra a día de hoy el jugador croata: entre la ilusión de ser uno de los fichajes estrella de un club del caché y la repercusión mediática del
Barcelona, y entre el enorme cargo de conciencia de aquél que es perfectamente consciente de que no ha actuado bien.
Y es que tan lógico es su deseo de mejorar económica y deportivamente, como aplastante es la realidad: no ha jugado limpio con su
renovación. Podría haber dado largas al club, ser transparente y advertir de que estudiaría sus muchísimas ofertas antes de sentarse a hablar con el
Sevilla. A muchos -me incluyo- les habría valido con eso; pero a este nivel de sinceridad ni siquiera se acercó. Se llenó la boca de palabras bonitas y todo ha quedado en eso.
Al no renovar, se reservó (le reservó a Dejan, su hermano, agente y persona de confianza) un buen pedazo de esa cuerda de la que han estado días tirando, de un lado,
Zubizarreta y
Faus, y del otro,
Castro y
Monchi. Un tira y afloja en el que el propio
Rakitic escogió ayer bando, hablando ya como culé y derramando aceite sobre el fuego de un decepcionado sevillismo. "Jugar en el Barça es un sueño hecho realidad, estoy muy contento", dijo.
Entiendo que
Rakitic dijo esto porque antes le habrían comunicado que, flecos al margen, el traspaso está cerrado. De lo contrario, estaría poniendo de su parte para que el
Sevilla viese mermada su fuerza para reclamar más dinero. Un cúmulo de decisiones que no deberían eclipsar lo mucho que ha aportado en estos años, que es con lo que debería quedarse el sevillismo. No obstante, parece tener más espada que pared. Más pitos que aplausos.