Visitaba el Betis a un rival teóricamente inferior, por presupuesto, aspiraciones y plantel, pero también a
un equipo especialmente incómodo en su estadio, que podría llegar a mayo salvado de manera holgada por algo muy simple y, al mismo tiempo, tan complicado de hallar: domina las dos áreas.
El espacio que hay entre ambas, además, te lo plaga de trampas. Es decir, cuenta tanto con
un portero y centrales de nivel como con dos delanteros compatibles y con gran olfato, además de con centrocampistas expertos en sacarte de quicio. Digamos, en resumidas cuentas, que tiene gol y que no es fácil que se los hagan.
Era un contexto que
iba a exigir a los de Rubi tocar rápido y con precisión en ataque, para que apareciesen huecos entre medio de unas líneas rivales muy juntas; y también no tener despistes tras las pérdidas. Y, ya en el minuto 15, se olvidó de lo segundo:
Borja Iglesias perdió un balón, los vitorianos transitaron por dentro y entre Lucas y Joselu se fabricaron una acción fantástica al primer toque para que Aleix batiese a Joel.
Efectivamente, los errores del Betis no se quedaron en 2019 y,
una vez más, les tocaba a los heliopolitanos remontar. El 1-0, sin embargo, despertó más a los babazorros que a un Betis al que asaltaron las dudas y que, al dejar de funcionar como conjunto, se entregó a la inspiración individual de sus buenos jugadores, saliendo a relucir la de
Fekir, quien se fabricó un penalti al borde del descanso -fallado por Joaquín- y que asistió posteriormente a Emerson en el empate. La roja a Feddal, en una acción tan aislada como evitable, dilapidó las opciones de ganar.
Carlos Pérez2 min lectura