El de ayer pudo ser el último partido de Alberto Moreno en el Sánchez Pizjuán y jugó, curiosamente, con una camiseta distinta a la del Sevilla. Basta darse una vuelta por las redes sociales u otear los resultados de las encuestas que aparecen en las distintas webs para saber que, al igual que el club, la afición estima que el futbolista de peso con el que se debería hacer caja es con el del Cerro del Águila, máxime cuando se ha aireado la astronómica propuesta del Liverpool.
Paradójicamente, los mismos aficionados que piden a un suizo-croata como Rakitic que sea "sevillista" y renueve le quieren poner a un gran sevillista como Alberto Moreno "un lacito" y llevarlo hasta Anfield en brazos, si hace falta. Al ex del Schalke se le achaca que no sea claro, pero Daniel Alves lo fue en su día, y mucho, y se le pitaba en cada partido. Lo que quieren, en el fondo, es que no se vaya, claro está. Ni siquiera ha llegado el mes de junio, además, y ya se le exige a Rakitic premura. Hay incertidumbre, aunque más en la grada que en los despachos, donde se tienen cubiertas las espaldas con posibles recambios. Pese a que no llegaría nadie de su nivel, porque estaría fuera de mercado para el Sevilla, existe la confianza, ganada a pulso, de que Monchi no dejaría que el equipo se debilitase. Rakitic, de hecho, tampoco llegó a su nivel actual en 2011, aun teniendo ya un nombre en Europa: se ha convertido en ´top´ en Nervión.
Otra cuestión es adónde y cómo se vaya: si es al Atlético, claro enemigo sevillista, malo; y, si es al Atlético y encima trae una oferta baja para presionar con que podría irse libre en 2015, peor aún. Quizá él sea "medio sevillano", pero su hermano, que lo maneja a su antojo, no ha pisado la capital hispalense ni en la Feria. Que se quedara, finalmente, sería una gran noticia, sin duda, aunque resultaría evidente que no lo haría plenamente convencido. Tela.
Estadio Deportivo
