Ser director deportivo no es cuestión únicamente de tener
buen ojo. El buen director deportivo debe controlar muchos más aspectos y hay algunos, como
Monchi, que lo controlan absolutamente todo. De ahí, lo de nombrarle director general deportivo. Lo otro ya se le quedaba muy corto. Mientras algunos homólogos durante en su cargo apenas una temporada o inclusos meses, el de San Fernando se fue del
Sevilla FC cuando quiso, regresó en el momento que estimó oportuno y lo dejará de nuevo cuando quiera.
Para suerte del sevillismo y de los que trabajan con él. Porque no se puede discutir que
Julen Lopetegui es muy bueno. Pero con Monchi al mando es mucho mejor. Como le ocurrió a
Juande Ramos o a
Unai Emery. En gran parte,
la clave está en tener una buena idea (él, tras lo de Roma, quería un equipo con pelota y recuperarla cuanto antes tras perderla), en encontrar
el técnico idóneo para desarrollarla (Julen), en entender
qué necesita para ejecutarla y en tener tan trillado el mercado que la lista de 18.000 futbolistas que controla se te quede
en los 10 que encajen como un guante en lo que le ha pedido el entrenador.
A veces sale del tirón, como con
Fernando; otras tarda más, como le ha pasado a
En-Nesyri; y algunas (pocas, en su caso), no cuajan. Como
Dabbur, Rony o ¿Rakitic? Y es que en el fútbol dos más dos no son siempre cuatro ni aplicando el Big Data. La cuestión es que Monchi se equivoca mucho menos que el resto, porque trabaja para dejar
cada vez menos a la suerte.
Y hay algo que hace como nadie el de San Fernando:
fichar talento en horas bajas y, por ende, a un coste mucho más reducido. Porque, tal y como explican Simon Kuper y Stefan Szymanski en
Soccernomics, invertir en buenos jugadores que atraviesan por un mal momento
suele ser rentable. Si le creas después, claro
, el contexto adecuado para que recupere su verdadero nivel.
Porque, efectivamente, fichar bien no es sólo cuestión de tener buen ojo o un ordenador con lo último en Big Data. Hay que dominar el mercado y
hasta las situaciones personales de los jugadores, además de saber elegir el momento idóneo para levantar un teléfono. Desde que lo pusiesen en práctica Brian Clough y Peter Taylor en el mítico Nottingham Forest campeón de Inglaterra, se ha demostrado que hacerse con
futbolistas de nivel devaluados y reconducirlos, ayudándoles a superar sus problemas, es
un buen negocio, la mayoría de las veces. Quizás su problema en otro equipo sólo haya sido de adaptación. O,
como en el caso del Papu Gómez, de mala relación con su entrenador.
De ese modo, Monchi está en disposición de llevarse
por unos 6-8 millones de euros a futbolista que vale 15. Como se llevó en su día
a Éver Banega por 1,5 del Valencia, cuando el club che había pagado 18. O a
Julen Escudé, quien veía los partidos del Ajax
desde la grada. A
Nico Pareja, amargado en Rusia. Y a
Luis Fabiano, depresivo en Oporto. Por nombrar sólo algunos.
Y no es cuestión de ir a por ella por el hecho de ser oportunidad. No. Monchi no va a comprarle a Julen calcetines en oferta; lo que necesita el vasco es una camiseta.
Concretamente, la del '10'. Y atisba que
la del Papu, un chollo de esos que a veces encuentras en ese cajón de las oportunidades que todo el mundo remueve sin ver nada,
puede quedarle perfecta.