Pablo Sarabia personifica el espíritu de este Sevilla y su fichaje, la esencia del extraordinario crecimiento del club en los últimos años. Porque el madrileño aterrizó en Nervión sin hacer ruido, a un precio prácticamente irrisorio, y su aportación se corresponde a la de un fichaje de campanillas, con su consecuente revalorización.
Con el anotado ante el Eibar, ya suma ocho goles y acumula 11 asistencias a pesar de que ha comenzado 15 partidos desde el banquillo, cifras que le erigen sin duda en una de las incorporaciones más rentables de Primera división. Y todo a base de trabajo. Con humildad.
Consciente de que llegó para otro entrenador pero entregado desde el principio para aprovechar la oportunidad. Sarabia es ese tipo de jugador que ha engrandecido al Sevilla desde dentro y en el césped. Como Iborra. Como Coke. Trabajadores no exentos de un indiscutible talento que aparecen cuando el equipo más lo necesita y que sólo se expresan en el campo aunque a veces su presencia no se ajuste a su trascendencia. En la entrevista a ESTADIO Deportivo, el polivalente extremo habla de la Champions con la ilusión de un niño, la que brota de su hambre por seguir creciendo, por hacerlo al amparo del Sánchez Pizjuán, reflejo de las entrañas de un Sevilla que siempre mira al cielo.
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