El mercado de fichajes ha entrado en una espiral sinfín de inflación en la que los precios se han disparado por las nubes y los clubes piden cantidades desorbitadas por cualquier futbolista.
Ninguno quiere perder su pedazo del pastel ni ser menos que el resto y al final ocurre que todos adoptan la misma actitud de exigir cifras muy por encima del valor del jugador en cuestión, provocando que se le haya perdido completamente el respeto al dinero.
No hace mucho, más de diez millones se reservaba para las guindas de los proyectos al considerarse un esfuerzo importante para equipos más allá de los todopoderosos, pero actualmente resulta extraño que el coste de los objetivos de Sevilla y Betis se encuentren por debajo de la decena.
Los nervionenses han pagado 15 millones por un central, Diego Carlos, y, tal y como está el mercado, parece incluso barato el precio de 28 millones que habría de abonar el Betis por los servicios de Borja Iglesias.
Esta tesitura fuerza a precisar más si cabe y manejar los tiempos con soltura y paciencia a la espera de que los clubes vayan cediendo y pagar cifras razonables.
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