Tintín, el deporte y un honor compartido con Richard Gere

Tintín, el deporte y un honor compartido con Richard Gere
- Juan Miguel J. Randado
Juan Miguel JiménezJuan Miguel Jiménez5 min lectura
Número 245 de la 'Revista Tintín', fechado el 2 de julio de 1953. El joven reportero saluda sonriente sobre una bicicleta. Viste culote negro y el maillot amarillo de líder del Tour de Francia. Le siguen de cerca dos motos de la organización, una con el capitán Haddock a los mandos y Milú y el profesor Tornasol de paquete y, algo más atrás, otra con Hernández y Fernández. Su impecable tupé rubio le acerca más a Hugo Koblet (siempre con un peine a mano con el que repetir su ritual a lo Danny Zuko en 'Grease') que a Louison Bobet, dominador de la ronda gala en la primera mitad de la década de los 50. "Tintín es el único ciclista que tiene una imagen enmarcada en las paredes de mi dormitorio". El australiano Cadel Evans, ganador del Tour en 2011, no oculta su pasión por el periodista belga. La misma que de niño le hizo pasar página a su coma tras la coz de un animal o sensibilizarse con la situación del Tíbet.

El personaje de Hergé también le da a los pedales en 'El Loto Azul' y 'Las joyas de la Castafiore'. Intercambio de golpes con maleantes al margen, deja entrever sus habilidades atléticas siempre que puede. 'En el país de los soviets', el enviado especial del 'Petit Vingtième' se pega una pequeña carrera y practica el buceo con escafandra. En el Congo no se arruga con la caza mayor. En 'La oreja rota' demuestra su querencia por los ejercicios mañaneros para activar el cuerpo. Monta en moto, a caballo, conduce o pilota lo que haga falta, navega, nada e incluso experimenta con el yoga en 'Tintín y los pícaros' o con la espeleología en la Luna. Más de 15 años antes de que Neil Armstrong se apuntara el tanto; no todo el mérito va a recaer en Verne y Méliès. Y casi a pecho descubierto, sin pasar por los rigores del adiestramiento que afrontaron los integrantes de la misión Apolo 11.

Su espíritu pionero no sorprende a estas alturas. Tras estrenar 'En busca del arca perdida' (1981) a Steven Spielberg lo cosían a preguntas sobre la inspiración a la hora de construir al propietario del látigo y el sombrero fedora. "Yo ni sabía quién era Tintín, pero leí sus álbumes y, en efecto, había parecidos entre él e Indiana Jones". De ahí a los continuos guiños. En 'La última cruzada' (1989), los planos de la llegada de Henry Jones, su hijo y Sallah al Tesoro de Petra recuerdan demasiado a las viñetas de 'Stock de coque' (1958) que descubren el refugio del emir de El Khemed. Sin olvidar la posterior consolidación del vínculo con el gazpacho cinematográfico de 'El secreto del unicornio', 'El cangrejo de las pinzas de oro' y 'El tesoro de Rackham el Rojo', del que desde hace años se espera una continuación por obra de Peter Jackson.

Spielberg figura ya en el grupo de ilustres fans del reportero. Junto a De Gaulle, Sting, Polanski, Savater o Pérez-Reverte, que siempre insiste en que, en caso de incendio, salvaría a su perro y su colección completa de las aventuras de Tintín. Esas viejas ediciones con lomo de tela de la década de los 60.

La admiración por el personaje viene de lejos. En lo temporal y lo espacial. En 2006, el dalái lama galardonó al reportero con el premio Luz de la Verdad por abrir los ojos del mundo a la cultura, los paisajes y la problemática de aquel rincón de los Himalayas. "Gracias a Tintín, mucha gente que por entonces no tenía ni idea de que existía el Tíbet llegó a conocerlo". Gracias a un álbum en el que practica un nuevo deporte que sumar a la lista, el montañismo (con escarceos previos en América y otras localizaciones). Y en el que hasta se topa con el yeti, ese que persiguió Reinhold Messner y del que Eric Shipton aseguró captar las huellas. Todo un honor para Tintín, el de recibir la lámpara tradicional tibetana, que comparte con personajes como Václav Havel, Richard Gere o Heinrich Harrer. ¡Iguala eso, Rastapopoulos!
Unete a nuestro canal de Whatsapp Únete a nuestro canal de Telegram