Seis partidos sin perder y un pie y medio en la siguiente ronda europea. Esa es la realidad que marcan los números de un Sevilla que, más allá de las matemáticas, no convence.
El fútbol muchas veces se mide por sensaciones. Y en ese apartado, Emery y sus pupilos tienen de momento un suspenso.Inevitablemente, el técnico vasco está en el punto de mira. La plantilla confeccionada,
pese a las importantes bajas de Negredo, Navas, Medel o Kondogbia, parece competitiva y capacitada para luchar en los puestos altos. Pero
a día de hoy el equipo carece de una identidad propia, y eso es algo que le debe impregnar el entrenador, que ya ha comenzando a dar síntomas de abandonar su apuesta inicial para tratar de dotar a su equipo de una mayor seguridad defensiva, algo que, por otro lado, sigue sin conseguir.
Resulta lógico que se cambie lo que no funciona. Y en esas parece que anda un
Emery que, pese a ver cosas positivas en cada encuentro, reconoce los muchos errores en los que cae una y otra vez su Sevilla. Así sucedió tras otro partido,
ante el Slovan, en el que la lectura se reduce al tópico de que el resultado fue lo más positivo (y casi único).
Ya ha localizado los fallos. Ahora debe demostrar que es capaz de subsanarlos. Y ahí es donde residen las dudas. Incluso Del Nido le ha dado ya un público tirón de orejas, tanto a él como a sus jugadores. Y aunque los fantasmas de un cese aún no revolotean por el Pizjuán,
lo cierto es que el duelo de mañana ante Osasuna ha adquirido una trascendencia que pocos preveían. Porque no basta con ganar. Eso alimentaría las matemáticas, pero
las sensaciones también urge mejorarlas cuanto antes. 
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