No siempre es justo

No siempre es justo
- Juan Miguel Jiménez
Juan Miguel JiménezJuan Miguel Jiménez6 min lectura
Un consejo gratis: desconfíe de los gurús que lanzan mantras del tipo 'todo esfuerzo tiene su recompensa' o 'la vida te devuelve lo que das'. No funciona así. Las cosas casi nunca resultan justas. Si usted es un repartidor o una cajera de supermercado de cuarenta años, de los que se jugó el tipo en las semanas más duras de la pandemia, recibirá la vacuna contra el coronavirus meses después que un profesor de veintipocos que teletrabajó durante ese tiempo o que algún médico de ambulatorio más acomodado de lo debido con el sistema de atención telefónica. Si es de los que cumplen con las recomendaciones y restricciones a rajatabla tendrá las mismas o menos posibilidades de obtener un respirador y una cama UCI que los irresponsables de las fiestas y demás excesos, que además le verán de la misma forma en que un niñato que marcha a 200 km/h por una autopista observa a los conductores que respetan el límite de velocidad. No ya como una tortuga desnortada, sino como un pringado. Estos sujetos de moral relajada, a veces, hasta presumen de amor de madre o abuela en forma de tatuajes y aplauden a rabiar en homenajes infantiloides a los sanitarios para remarcar su compromiso ante la comunidad. Justo antes de marcharse al bar.

La historia también está plagada de injusticias. Un segundón como Américo Vespucio dio su nombre a un continente, en detrimento de Cristóbal Colón, que tuvo que conformarse con un país, una moneda o con compartir protagonismo en la Sierra Nevada de Santa Marta con un mediocre como Simón Bolívar. No lo digo yo, sino el general Ducoudray Holstein o Karl Marx, que le definía como "canalla" y "cobarde". Curiosamente, se derriban estatuas del genovés (por no hablar del bueno de Junípero Serra) bajo el delirante pretexto de su naturaleza genocida y en Sevilla contamos con un homenaje ecuestre al 'Libertador', con la Navidad negra y otra suerte de 'hazañas' en su currículum. En el campo de la creación, tres cuartos de lo mismo. Pese a que ahora se han invertido ligeramente los papeles, durante décadas Edison eclipsó a Tesla, quien cimentó el uso de la corriente alterna que se emplea en nuestros hogares. Alexander Graham Bell le hizo la trece catorce a Antonio Meucci a cuentas del teléfono. Un divulgador científico puede ver cómo cae en saco roto su esfuerzo gracias a eminencias como Miguel Bosé o Victoria Abril. Y, en la literatura, Churchill o Bob Dylan recibieron un Nobel que se le ha negado a Javier Marías o el ya fallecido Philip Roth.

Las sociedades tampoco son justas, han empeorado. Siglos atrás distintas generaciones de una misma familia se implicaban en proyectos como la construcción de catedrales; ahora se lleva más vandalizar monumentos, hacer pintadas en una de las columnas de la Alameda y esas cosas que pasan de puntillas entre los comprometidos ciudadanos, más preocupados por el último exabrupto del político al que detestan. O fiscalizar al milímetro a un agente de policía, teléfono móvil en mano, mientras la escoria humana se pasea a sus anchas con cuarenta detenciones previas a sus espaldas. Tampoco es justo que licenciados con cuatro o cinco años de carrera deban recibir, día tras día y sólo por hacer su trabajo, insultos de lobotomizados, iletrados o miserables que no suelen dar la cara en las redes.

Ya en el fútbol, Buffon, Ibrahimovic, Totti, Ballack o Ronaldo no levantaron ninguna Champions League. Christian Karembeu cuenta con dos. Tampoco parece justo que el cabeceño Luis Rioja deba pagar los platos rotos en el Alavés cuando siempre da la cara en el campo. Hace años se levantaba de madrugada para trabajar en un bar hasta la sobremesa, poco antes de acudir a entrenar con el equipo de su pueblo. Su caso, como el de Enric Gallego, que curró de camionero o albañil, merece un buen final.

Otro ejemplo reciente, Iago Aspas. Diez goles y diez asistencias en LaLiga este curso. Catorce tantos en la campaña previa. Veinte en la 18/19. Y en un equipo con las limitaciones del Celta. Pero ni por esas recibe la llamada de Luis Enrique para la selección española. Un combinado al que últimamente no se percibe muy desahogado frente a Grecia, Georgia o Kosovo. Algunos tienen que demostrar el triple que otros para que el mundo les brinde una recompensa (si es que la obtienen). A veces, como en 'El buscavidas', pierde la partida un Fast Eddie Felson y la gana el Gordo de Minnesota de turno. No siempre es justo, no.
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