Ser de Primera hay que ganárselo

El Betis no juega a nada. Ni jugaba con Julio Velázquez, al que no sólo le condenaron su absoluta incapacidad para empatizar y, por supuesto, los números que firmó. Ni jugó a nada con Merino. Y, ahora, salvo momentos puntuales, tampoco se sabe muy bien a qué juega. La diferencia entre unos y otros ha sido la actitud. Mientras que con el vallisoletano el equipo se mostró indolente y apático, con el técnico del filial salía cada partido a morder, garra que se va diluyendo con Mel.

Juega este Betis a enfrentarse sólo a los equipos que han venido a llamarse los de ‘su’ Liga (los Valladolid, Las Palmas, Girona, Sporting...) Porque, si es así, se me antoja un desprecio absoluto a la categoría, que le puede costar muy, pero que muy caro. Lo quiera o no, el Betis es un equipo de Segunda división, porque juega en Segunda división, y porque es ahí donde tiene que ganarse el ascenso que sí merece su afición, que no es de Primera, sino de Champions.

No es ninguna frase hecha. El Betis tiene que salir a ganar en todos y cada uno de los campos que visite, en los que, por si no se ha dado cuenta, siempre hay una importante representación de béticos animándole que no se merece menos. ¿Y a quién hay que exigirle que eso suceda? A técnico y jugadores a partes iguales. No me vale la excusa de que el nivel de la plantilla está lejos de la que logró el último ascenso, porque aun siendo cierto, es mejor que el 90 por ciento de las plantillas de Segunda y Mel está obligado a sacarle más rendimiento. El ‘jogo bonito’ está muy bien, pero cuando no es la solución, en su mano está dotar al equipo con recursos con los que contrarrestar los planteamientos de equipos como el Mirandés. Y, en cuanto a los jugadores, que casi siempre se van de rositas, hay que reclamarles que si la calidad no les da, que al menos no se dejen ganar en intensidad. Es lo mínimo que se despacha.