Con
Mercado como solución a la incógnita en el lateral derecho y con
Kjaer en el eje de la defensa junto a
Lenglet,
Montella resolvió la principal ecuación de una alineación que no dejaba margen a la sorpresa y a la que regresaba Correa.
Por raro que pareciera por ser el partido en el 'Teatro de los Sueños',
Mourinho no iba a tener problemas en dejar al
Sevilla que llevase la iniciativa. El equipo inglés se siente bien replegado y tratando de matar a la contra. Intensificó su presión sobre el cerebro del
Sevilla,
Banega, y lo desactivó pronto provocando que viera una tempranera amarilla -que, además, acarreaba suspensión para un presumible partido de ida de los cuartos de final-.
Salió
Nzonzi al rescate entonces para tratar de dar continuidad al juego nervionense, al que, como en los últimos encuentros, le faltaba contundencia en los últimos metros y decisión. El temor a descomponerse atrás parecía estar condicionándole en exceso. A poco que se sacudiese esa presión y encontrase el acierto, podría tener opciones porque atrás se mostraba sobrio, con un
Lenglet multiplicado por mil y con un inmenso
Sergio Rico, que estaba teniendo el protagonismo que demandaba en la previa y se estaba luciendo.
Lo hizo en la primera mitad ante
Fellaini y en la segunda ante
Lingard. Demasiado atenazado, el único con cierta capacidad para sorprender parecía un
Mudo al que se le iban agotando las fuerzas. Tuvo que ser
Ben Yedder, que no salió hasta el 71', el que desequilibrara un partido romo. Él solo llevó al
Sevilla a los cuartos y entró a lo grande en la historia del club.