Minuto Uno (Opinión)

Unai Emery: ¿Uno más? Uno menos

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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Unai Emery: ¿Uno más? Uno menos
- Joaquín Adorna
Se va Unai Emery y muchos sevillistas están enfadados por la forma de marcharse -sin decir adiós, de momento-, pero contentos. "A ver si ahora ficha Monchi a un entrenador que no sea tan defensivo y empezamos a ver buen fútbol, aunque ganemos menos títulos", comentan algunos. Ni siquiera con el histórico hito de lograr de forma consecutiva tres Europa League ha conseguido el técnico vasco llegar al corazón de una afición que le ha tenido siempre en el punto de mira. Ha ganado sin enamorar, aunque en el fútbol actual sólo vale ganar y las victorias han fabricado un cariño que, por cómo se está despidiendo, no va a ser eterno.

En caliente, le llueven las críticas: falta de respeto al club exigiendo, además, que le liberen de la cláusula de rescisión -2 millones de euros-; 'espantá' haciendo perder días al Sevilla en un momento clave para planificar la próxima temporada; otro, como Juande, que se marcha por dinero por la puerta de atrás€ Críticas lógicas, aunque vistas desde la frialdad de cualquier ciudadano que vive de Despeñaperros para arriba, suenan al fácil menosprecio de aficionado malcriado que quiere tenerlo todo: títulos y buen fútbol, misión imposible en un Sevilla que desmantela su plantilla año tras año. Si a esto último le quitamos sentimientos y lo bañamos de realidad, resulta obvio que no hay divorcio sin daños colaterales, y mucho menos en un mundo, el del fútbol, donde se mueven millones de euros como kilos de caracoles, con cuernos más afilados y cornadas más dolorosas en el entorno del balón.

El tiempo, seguramente, pondrá a Emery en el sitio que merece porque no ha pasado por la historia del club sin pena ni gloria. No supo irse, le falló la pizarra, debió haber planteado otra estrategia para recibir aplausos y no pitos en su despedida, pero Unai es dueño de su destino y ningún técnico renunciaría a cinco millones de euros netos por temporada -con los que solucionar la vida de varias de sus generaciones- y a un gran proyecto deportivo -con los que dar el salto de exigencia que tanto ansía-.

Como en el Sevilla tantas veces ha jugado mal, pero ha salido ganando. Se quita del cartel en el momento oportuno, sin dar opción que la vida le golpee con un futuro fracaso. Ha dejado las vitrinas llenas y muy buenos recuerdos en la afición. Ha cumplido su parte de contrato: entregarse en cuerpo y alma en acto de servicio, con absoluta profesionalidad; trabajar como el que más y lograr con creces los objetivos a los que aspiraba el club.

Adiós a Unai. Adiós a un ciclo triunfante que abre la puerta a nuevas posibilidades, a un Sevilla diferente y, por qué no, quizás mejor. Ya lo ha mejorado Pepe Castro después de que Del Nido entrara en prisión y el club se quedara sin quien se consideraba uno de los grandes artífices de la primera etapa exitosa del club. Las personas cambian, pero los clubes permanecen mientras conserven el respaldo social de sus aficionados. No se va uno más, pero ya es uno menos y sólo existe el siguiente.
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