Para Sevilla, para casi todos los sevillanos,
el mejor partido de LaLiga porque se juega todos los días del año y, muy especialmemte, en las semanas previas y posteriores a los noventa y tantos minutos en los que rueda el balón. Emociones a flor de piel, pasión desbordada y aficiones entregadas a un sentimiento.
El mejor regalo el día de los Reyes Magos, la magia del derbi: Sevilla F.C. - Real Betis.
El Sevilla es favorito, fundamentalmente, por su condición de local, por su fortaleza en casa, porque no ha perdido en todo el 2017 en Nervión. Pero además
por otras muchas razones objetivas: por presupuesto, por calidad de plantilla, por la vuelta de Nzonzi o por el revulsivo que ha supuesto en la plantilla la llegada del nuevo técnico. Sin embargo,
Montella se apoya en la superstición italiana para renunciar al papel de favorito que le corresponde, dejando entrever unos miedos de recién llegado, de equipo por construir tras el fallido intento de Berizzo.
De la continuidad de Setién y de la confianza depositada en su modelo nace
buena parte de la confianza de un Betis con más sensaciones y expectativas que buenos resultados, y que quiere dar un giro a la reciente historia de los derbis, de dominante color rojo. Sin Setién dando instrucciones en la banda, pero con una idea prefijada de fútbol de toque con la que se sienten identificados los béticos.
Guardado y Javi García dan lustre a un equipo al que vuelve una leyenda viva, Rubén Castro, y en el que tira del carro otro ilustre veterano, Joaquín Sánchez.
Los magos sobre el campo y el deseo de presenciar un gran espectáculo
sin incidentes que lamentar y con héroes a los que esperar en un gran partido de fútbol.
Joaquín Adorna
