'El bajito' y la 'cara A' del Sevilla bipolar

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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'El bajito' y la 'cara A' del Sevilla bipolar
- Joaquín Adorna (@JoaquinAdornaED)
Se dice pronto, con cinco palabras: 17 finales en 12 años. Tantas como Copas de España (1935, 1962, 2007, 2010 y 2016). Cinco títulos coperos en ocho finales y la novena que va a disputar para buscar 'La Sexta' en la revancha de la final perdida (2-0) ante el Barça hace dos años. Se dice pronto y con cinco palabras, pero para un club de la dimensión del Sevilla son palabras mayores. Otra final, otro desplazamiento masivo de sevillistas (se esperan más de 25.000 en el magnífico Wanda Metropolitano) y la esperanza de destrozar los pronósticos que apuntan a una victoria del Barça.

Va a tener enfrente, desde luego, al mejor futbolista del mundo -Leo Messi-, a años luz del segundo, y a un Andrés Iniesta -otro talento galáctico- que quiere despedirse con un doblete del Barça. Se va a medir a un club que devora títulos: va a ser campeón de LaLiga, de momento, sin conocer la derrota. Y para hacerlo aún más poderoso, llega obligado a aumentar su liderazgo en el palmarés copero (29) tras la inesperada eliminación en Champions ante la Roma. Pocos, muy pocos, ven opciones de que el Sevilla recoja de manos de Su Majestad el Rey Don Felipe su sexta Copa del Rey y, sin embargo, la 'cara A' de este equipo bipolar mantiene vivo el optimismo en el sevillismo. Si aparece el Sevilla con su mejor once -liderado por Banega-, el que eliminó al United y le ha competido al Bayern de Múnich en la Liga de Campeones, o el que dominó e hizo daño al Barça en LaLiga, hay final.

Hay final, desde luego, si 'el bajito' no tiene su día o si el Sevilla es capaz de desactivarlo con el esfuerzo solidario de todo el equipo. La esperanza reside en la búsqueda del partido perfecto, en reencontrar la eficacia -o el acierto ante el gol- que tantas veces ha faltado esta temporada y en mantenerse vivo en el partido el máximo tiempo posible.

Aunque los de Montella han demostrado una preocupante falta de piernas (el equipo a veces deja de correr en el minuto 60, o incluso en los arranques de las segundas partes), se quiere una final larga por dos razones. La primera, por el temor a que el cansancio mental por la acumulación de encuentros exigentes haga que el equipo se 'raje', como ha pasado otras muchas veces, al primer contratiempo. Y la segunda, porque el Barça está como el Sevilla, con muchos partidos a cuestas sobre un once que tampoco ha tenido excesivas rotaciones.

El presidente Pepe Castro, que ha compartido minutos con la plantilla en la concentración de Marbella, ve a su equipo concienciado, unido, mentalizado y muy motivado, con ganas de ganar un título con el que el Sevilla salvaría la temporada: lograría el pase directo a la Europa League, seguiría dando lustre a sus vitrinas y cerraría la campaña con sobresaliente tras lograr sesenta años después un histórico pase a cuartos de Champions.

Hay quienes esperan que vuelva la 'buena suerte' que tantas veces ha acompañado al Sevilla campeón y buscan ahuyentar fantasmas agarrándose a la superstición. El equipo ha cambiado de hotel respecto a la final del 2016, en la que perdió 2-0 ante el Barça. En esta ocasión juega como local y en aquella como visitante, y lucirá medias negras en vez de rojas. Hasta hay quien apunta que por mera cuestión estadística no es muy probable que el Barça gane por cuarta vez consecutiva la Copa del Rey (ha conquistado las tres últimas ante el Athletic -2015-, Sevilla -2016- y Alavés -2017-).

De la propaganda independentista que se espera a la sombra del Barça, ni se habla. Buena parte de España irá con el Sevilla, pero poco reflejo tendrá ese apoyo sobre el césped de un Wanda cuya acústica pueden aprovechar los sevillistas para ganar el partido en la grada. Sobre el campo, anular al 'bajito' y esperar la mejor versión del Sevilla de Montella. Un título, una Copa, que vale por toda una temporada.
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