Lo tiene muy claro el técnico del Sevilla. Al menos, esa sensación transmite en cada comparecencia pública.
Pablo Machín sabe cuál es la prioridad del club en estos momentos, cerrar el pase a la fase de grupos de la UEFA Europa League, e inteligentemente coloca en lontananza un derbi ante el
Betis que asoma a la vuelta de la esquina. Un
inesperado traspié ante el Sigma Olomuc, que hizo méritos en la ida para no llegar al
Ramón Sánchez-Pizjuán con un 0-1 en contra, teñiría de fracaso la temporada que acaba de arrancar y destrozaría el estado de ánimo de una afición que se abona fácilmente a la crispación.
Machín centra el tiro en la responsabilidad que implica la obligatoria clasificación para Europa, competición a la que
el Sevilla sólo ha faltado en uno de los últimos 15 años -5 en Champions y 9 en Europa League-, pero no elude la espinosa actualidad y aporta naturalidad a todas y cada una de las situaciones que le plantea el periodismo.
Anuncia que seguirá con las rotaciones. Ha encontrado el equilibrio que se echó en falta la pasada campaña y, hasta ahora, está funcionando su fórmula para mantener al equipo fresco y a todos los jugadores enchufados. Y dice a boca llena que espera más refuerzos para el ataque y para el eje de la defensa.
Ni siquiera ha querido esconder que le agradaría el fichaje de Borja Mayoral, cuya posible llegada rechaza buena parte de una afición indignada con la forma de actuar el Madrid en el
frustrado fichaje de Mariano.El presidente,
Pepe Castro, le lanza públicos elogios y
Caparrós tiene los cinco sentidos puestos en intentar complacer las peticiones de un técnico cuya mano ya se hace notar sobre el campo. Por su toma de decisiones, hasta la fecha se percibe que hay un entrenador que maneja con criterio el vestuario y, sin estridencias, también sabe cómo llegar a la prensa. A su primera gran final llega con crédito, pero sin margen de error.
Mágicas noches europeas o trampa mortal. 
Joaquín Adorna
