Le queda un año de contrato, pero
hay muy pocos argumentos para defender
la continuidad de Quique Setién como entrenador del Betis para la próxima temporada. Ni siquiera el respaldo público del capitán,
Joaquín, a la conclusión del partido ante el Huesca ha servido para apaciguar los ánimos de una afición que ya ha dictado sentencia en multitud de ocasiones
al grito mayoritario de "Quique vete ya".
No hay unanimidad, eso es cierto.
Hay división de opiniones y queda un mínimo grupo que silba la disconformidad que muestra la mayoría con sus cánticos invitando a Setién a marcharse, pero hay datos relevantes que los dirigentes no pueden dejar pasar por alto. Se aplauden los goles del equipo y, una vez mostrado el apoyo al Betis, se critica al entrenador, quien ha logrado, además,
desactivar la ilusión de los béticos y vaciar buena parte de la grada.
No hay que esperar a que pasen unos años para hacer balance de la etapa de Setién, como comentaba en rueda de prensa su segundo,
Éder Sarabia. Está hecho el juicio y hay veredicto. La primera temporada, muchas cosas positivas y desastre en la Copa. Revalorización del plantel, explosión de jóvenes de la cantera, instauración de un estilo y clasificación para Europa en LaLiga.
En la segunda, suspenso. Futbolistas desconectados, equipo sin equilibrio -muy pocos goles a favor y muchísimos en contra-, un estilo que deriva a perdedor, una final de Copa en el Villamarín tirada por la borda, eliminación por un rival inferior en la Europa League y, en función de lo que ocurra en la última jornada en la que el Betis visita el Bernabéu, una clasificación liguera que estará entre la novena y la decimotercera plaza.
Obviamente,
la inacción de los dirigentes y los errores de Serra Ferrer en el mercado invernal han ayudado al desastre final, que debe acabar con la etapa de Setién
si no se quiere empezar en un ambiente infernal la próxima campaña.
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