Lo desconocido suele acuartelar un encanto añadido. Como un cenote camuflado entre la vegetación o aquel olvidado monumento que sortea al turismo masivo. Su descubrimiento redobla la satisfacción. Y
'En busca de Bobby Fischer' tiene algo de eso. Exhibe una naturaleza clandestina hija de su tiempo, se oferta como el secreto mejor guardado de 1993.
El año de 'La lista de Schindler', 'Parque Jurásico', 'Philadelphia' o 'En el nombre del padre'. El guionista
Steven Zaillian ('Gangs of New York' o 'The Night Of') escribe y dirige esta cinta basada en la vida de
Joshua Waitzkin, un prodigio del ajedrez interpretado de manera sublime por
Max Pomeranc. Talento precoz que escruta y diseña su identidad a golpe de equilibrismo y diplomacia con los cuatro adultos que conforman su ecosistema: un padre (
Joe Mantegna) que le presiona más de lo debido, una madre (
Joan Allen) comprensiva, un estricto instructor (
Ben Kingsley) y un jugador callejero (
Laurence Fishburne) que le pide sustituir el academicismo por el corazón y las tripas.
La película huye de l
os clichés del cine inspirador y se decanta por una inspección poética del proceso de maduración de un niño, de esa etapa fascinante en la que forja su personalidad. En la que florecen la inteligencia, el instinto y la creatividad.
Zaillian da forma a la narración trazando un paralelismo con la figura de Bobby Fischer que se diluye a medida que el filme avanza.
Desde su triunfo sobre el soviético
Borís Spaski en el Encuentro del Siglo de 1972 hasta que ejecuta la jugada más "original e inesperada de todas". Hasta que desaparece. El joven
Waitzkin susurra esos pequeños retazos que salpican el montaje con una mezcla de admiración y desconcierto, y pronto trasluce su alejamiento de la paranoia y misantropía de las que hacía gala el campeón del mundo. El noble espíritu de
Joshua se rebela contra la rigidez de
Bruce Pandolfini, la actitud de su antagonista y la ambición y ceguera de
Fred Waitzkin, autor del libro homónimo en el que se apoya la cinta y encarnación del 'síndrome del padre entrenador'.
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En busca de Bobby Fischer', cuyo título despertó en su día la indignación del gran maestro estadounidense, vuela más alto de lo que parece. Talla una buena historia pivotando entre un guion consistente y una dirección elegante. Pero, por encima de todo, reconcilia al espectador con un mundo en el que la insensibilización ante la violencia y los malos hábitos de los progenitores de niños deportistas suelen ganar la partida a los valores
. "¡Saca la reina, Josh!".