Después de tres temporadas exhibiendo un fútbol muy reconocible de la mano de
Eduardo Berizzo, el Celta ha pagado el peaje por el cambio de estilo preconizado por
Juan Carlos Unzué, que aunque mantiene el gusto por el fútbol ofensivo y el protagonismo del balón que implantó su predecesor, ha introducido un sello personal que se percibe en varios aspectos del juego celeste. Una teoría parecida con dos maneras diferentes de llevarse a la práctica.
De la mano del ex meta sevillista, el conjunto vigués mantiene una atractiva propuesta de juego que ha sufrido altibajos, aunque todavía lucha por entrar en
Europa, con un centro del campo repleto de talento que brilla en la elaboración y un ataque vertical, con la pegada de
Maxi Gómez, baja por sanción, la velocidad de Sisto y el dulce momento de
Iago Aspas, que suma un total de 16 goles en
LaLiga.
Sin embargo, su capacidad anotadora contrasta con ciertos problemas de solidez defensiva debido a su inconsistencia. Quizá ese sea su principal lunar, al no interpretar con eficacia el plan de
Unzué de adelantar la defensa, lo que provoca que los centrales sufran con balones a su espalda.
En el estilo habitual de juego de los gallegos, además, también destaca la capacidad ofensiva de los laterales,
Jonny y
Hugo Mallo, y su potencial a balón parado, con dos especialistas como
Daniel Wass y
Aspas.