Hay fechas y fechas. Por la inminencia de mi cumpleaños, la del 15 de abril no se me olvidará mientras viva. Como tampoco la del 11-S, cuando mi madre debe compartir cada año ya, por desgracia, su aniversario con el del atentado de todos los atentados. Tampoco hoy es un día para sonreír en Estados Unidos. Ni para sentirse orgullosos. En 2013, tres personas, entre ellas un niño de tan sólo ocho años, fallecían durante el Maratón de Boston por culpa de dos artefactos explosivos. Otra vez el terrorismo, macabramente de moda en la actualidad, sacudía el mundo del deporte, confirmando el 15-A como maldito para los USA.
Ése fue el día en que murió (en 1865) Abraham Lincoln, uno de los cuatro presidentes homenajeados en el famoso Monte Rushmore, pero también cuando se detonó la bomba atómica 'Baker' (1952). En 1989, se iniciaba además en Pekín la revuelta de la Plaza de Tiananmen, mientras, a miles de kilómetros, una estampida durante un Liverpool-Nottingham Forest en Sheffield provocaba 96 víctimas mortales.
Algún informativo recordará seguramente este miércoles de pasada en España la triste efeméride de Massachusetts, aunque seguro que toda la atención mediática la concitarán el partido de Champions League entre el PSG y el Barcelona, además de la resaca del derbi de ayer Atlético-Real Madrid. Puede que sea lo mejor. Vivir del pasado no te deja crecer, evolucionar. Aunque siempre que los funestos episodios que ocurrieron tal día como hoy hayan servido como experiencia para que todos, desde las autoridades hasta los ciudadanos, aprendamos la lección para que no se repitan. Disculpen la licencia, pero no podía pasar de puntillas por el 15 de abril.
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