Diego Carlos alcanzaba en Granada la cifra redonda de los cien partidos como sevillista, pero tuvo poco que festejar. En Los Cármenes sumaba la primera derrota de la temporada con el Sevilla y veía la roja en el tiempo de prolongación, su segunda expulsión con las elástica nervionense después de que el pasado año también lo fuera en la penúltima jornada del campeonato ante el Villarreal.
En sus poco más de dos años con el Sevilla de Lopetegui ha sumado esa cifra redonda tras jugar 75 partidos de Liga, 10 de Champions, 8 de Europa League, 6 de Copa y uno más con la final de la Supercopa de Europa que se perdió ante el Bayern.
Y se ha convertido en un jugador clave en el equipo, ofreciendo una seguridad y contundencia en defensa que le ha hecho insustituible y a lo que ha añadido, en ataque, tres goles y dos asistencias. Y eso que no se le cuenta la chilena con la que sentenció la final de la Europa League 2020, pues el gol se le concedió al defensa que desvió el balón.
Es un futbolista que no tiene recambio en el equipo y, por eso, va a crearle un verdadero problema a su técnico en su visita a Balaídos, que cruzará los dedos en este parón de selecciones. Con la salida de Gnagnon, el Sevilla se ha quedado con un solo central de recambio: Rekik. Y éste está jugando más como lateral zurdo que en la que sería su posición natural. Siempre puede contar con Gudelj, o con Montiel como central diestro, pues también tiene experiencia ahí, pero no son jugadores específicos de esa posición.
Rekik se perfila como su sustituto si no tiene que acudir a tapar otra urgencia en el lateral zurdo, donde sus dos inquilinos (Acuña y Augustinsson) tienen compromisos inernacionales. Y el argentino, además, llegaría muy justo para enfrentarse al Celta el 17 de octubre. Lopetegui tenía motivos para estar molesto al final del partido. Y no sólo por el resultado.
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