Miguel Torrecilla es hombre de fútbol y, a buen seguro, ya tendrá examinadas y más que diagnosticadas las necesidades de su nuevo club.
No obstante, en su primer encuentro como director deportivo del
Betis, el equipo le presentó al salmantino la evidente realidad dual que ha venido acompañando al cuadro verdiblanco desde el año de su último descenso: los goles de
Rubén Castro y las paradas de
Antonio Adán son casi su único sustento.
Y fue así con
Calderón, con
Velázquez, en la segunda era de
Mel y ahora con
Merino. En Primera y en Segunda. La dependencia es total. Ayer, en una inmejorable metáfora, los pupilos del linense certificaron de manera matemática la permanencia en Primera: con otro tanto del grancanario y con una nueva ristra de intervenciones espectaculares del mejoreño.
El partido tuvo un fuerte punto lírico, casi prosaico y, desde luego, bastante orientativo de hacia dónde deben ir encaminadas las primeras gestiones de
Miguel Torrecilla.
En este sentido, lo primero es darle el valor que merece a las cosas buenas y aprovechables que tiene el plantel. Es decir, que urge renovar a
Rubén e impedir como sea que se marche un
Adán que, a día de hoy, tiene poderosas razones para hacer la maleta.
Asegurados los dos pilares, lo que el beticismo pide a gritos son acompañantes para las estrellas. Para ayudarles a brillar e incluso eclipsarles si es preciso.
Ceballos, Joaquín, Musonda, el olvidado
Portillo... por ahí deben ir los tiros.