El 'pichichi' silencioso

Aitor TorviscoAitor Torvisco
Seguir
4 min lectura
El 'pichichi' silencioso
- Aitor Torvisco
Sergio León tiene el brillo en los ojos del que quiere comerse el mundo. La fuerza en la mirada del que sabe lo que quiere y cuándo lo quiere -que es para ya, para ahora-, del que ni se conforma con cualquier cosa ni da su brazo a torcer así como así. De una de esas personas que se han hecho a sí mismas.

Ha cometido errores en el pasado y ha aprendido de cada uno de ellos porque, en el fondo, siempre fue humilde. Eso se aprecia desde lejos, se ve en su gran relación con Sanabria, sabiendo que en el dibujo de Setién sólo cabe un punta; en la dignidad con la que acató un rol secundario en el espectacular inicio de temporada del paraguayo; en la admiración con la que habla de Rubén Castro, por mucho protagonismo que le pueda ´robar´ un mito verdiblanco como es el canario; y en el poco ruido mediático que genera. Esa oportunidad que prometió a su padre que aprovecharía le ha tardado en llegar, pero no ha parado de buscarla y no la va a dejar escapar. No va a ser por falta de calidad, porque no hay duda de que la tiene, y mucho menos por ganas, porque el ´7´ nunca escatima en bemoles. Primero por él y, segundo, porque respeta el escudo y ama las trece barras.

Cualquier persona con exceso de ganas transmite numerosas connotaciones positivas. Compromiso, lealtad, tesón, profesionalidad, honestidad, carácter, determinación, ambición... Sin embargo, mal gestionado, el exceso de motivación puede ser incluso más dañino que la mayor de las apatías. El talento a veces surge sin buscarlo. Cuando uno anda sobrado de ella, la inspiración puede llegar a aparecer hasta de manera involuntaria. Sin embargo, obsesionarse con encontrarla, caer en la obstinación, perder el temple y maldecir a todos los astros, como queriendo convencer al destino que está siendo injusto con tu esfuerzo, suele conllevar un gasto de energías y una distracción mental que sólo pueden conducir a un bloqueo, a tratar de salir por una ventana por ser incapaz de ver que justo al lado había una puerta abierta.

Y esa es quizás la única crítica quese le puede hacer a Sergio León, que su exceso de ganas de agradar le lleva a veces a una extramotivación descontrolada que genera precipitación, malas decisiones, braceos al aire y frustración. Por contra, cuando su energía es positiva, atrae a las musas y fluyen la inspiración y el talento. Acuérdesen de la vaselina a Keylor Navas con la camiseta de Osasuna. O su exquisita definición ante Sergio Rico en el derbi, en el gol que le colocaba (sin hacer ruido) como ´pichichi´ del Betis este curso con ocho, uno más que Sanabria.

Y es que, cuando sabe administrar bien ese nervio electrizante que tiene, sale ese Sergio León potente en el desmarque e intimidatorio en la presión, como la que generó el 0-1 ante el Sevilla a los 22 segundos; que cae a banda y batalla, cuerpo a cuerpo, con los centrales; ése al que las estadísticas señalan como uno de los arietes más efectivos de LaLiga.
Sergio León es un delantero de Primera división con todas las letras y merece creérselo y sentirse importante. Merece que las cosas le salgan bien. Su fichaje fue un acierto y en el club lo saben. De ahí que en los despachos de La Palmera a nadie le tiemble la voz si hay que hablar de plantearse el trasapaso de Sanabria.
Unete a nuestro canal de Whatsapp Únete a nuestro canal de Telegram