Sergio Rico, el huevo y la gallina

Aitor TorviscoAitor Torvisco
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Sergio Rico, el huevo y la gallina
- Aitor Torvisco
¿Qué existió primero, el huevo o la gallina, la endeblez y las dudas de Sergio Rico o las críticas y ese runrún taquicárdico en todas y cada una de las acciones minimamente comprometidas que afronta?. Porque las dos cosas resultan inquietantes y poco halagüeñas. ¿Qué provoca qué?

La cantera del Sevilla ha dado al fútbol moderno grandísimos jugadores en diversos puestos. Campeones del mundo y de Europa, exponentes del fútbol sevillano a nivel internacional. Defensas como Sergio Ramos o Carlos Marchena. Talentos que crecieron pegados a una banda como Jesús Navas, José Antonio Reyes, el eterno Antonio Puerta o Alberto Moreno. La imaginación entre líneas del pujante Luis Alberto o el intermitente Campaña. También atacantes que, aun sin alcanzar un nivel tan alto, anotaron goles que dieron triunfos como Carlos Fernández o el de Rodri para aquel importante triunfo en Almería. Son sólo algunos ejemplos recientes en cada posición. Porque hay mucho donde elegir en todas las posiciones. Bueno, en todas menos en una, la de portero.

Sergio Rico ha sido el primer jugador de la casa en asentarse en la portería del primer equipo. Y eso, lejos de ayudarle, ha sido un hándicap para él. Siempre ha vivido con la sombra de la duda a pesar del mérito que tiene asimilar tan rápido y bien el cambio de pasar en una semana de jugar en Segunda B a poder decir que era el portero titular de un Sevilla asentado en la elite de Primera división. De un equipo con el que luego sería bicampeón de la Europa League, con el que escucharía el himno de la Champions y se acostumbraría a jugar finales (Copa, Supercopa de Europa, de España). Y, además, siendo pieza importante en todo ello. Caer en la mofa fácil, no valorar todo esto y despreciar unas cualidades que le han llevado a ser internacional absoluto sería tremendamente injusto. Por eso fuera de la ciudad, donde le ven un firme candidato a ir al Mundial, no entienden las críticas.

Las redes sociales se han convertido en un vertedero y este deporte ya de por sí es cruel y desmemoriado, pero también es muy cierto que la habilidad de Sergio Rico acaba cuando se quita los guantes. Su problema no es que no transmita seguridad, que últimamente tampoco mucha, es que no transmite, a secas. Tiene muchos fans, por supuesto; pero le cuesta conectar con la gente que, al fin y al cabo, son los que tienen que ovacionar sus paradas y arroparle en los errores. Para unos es arrogancia, para otros, una burbuja de timidez (tampoco es muy dado a las apariciones públicas o en medios de comunicación). Sea lo que sea, vive separado de todo eso que convierte al fútbol en fútbol, que le hace ser, de entre las cosas menos importantes de la vida, lo más importante de la vida de cada futbolero. Él lo sabe y hasta el momento lo ha dejado correr. De ahí lo acertado de su tuit tras el partido de Leganés. Mostrar cercanía, humildad y compromiso. Recordar que críticos y criticados comparten un mismo deseo: ganar.


Buenas paradas hace en todos los partidos (que le pregunten al colchonero Correa); pero, además de eso, a todo portero, y más a uno de 2 metros de altura, se le pide que domine el área, intimide y se imponga. Que esté preparado para el choque y que, a menos que esté seguro de atrapar un balón aéreo, saque unos puños de acero para despejar con toda la contundencia que le sea posible. Rico estuvo en las antípodas de todo eso ante Cala (Getafe) y Siovas (Leganés). Saber que genera dudas le hace dudar y esa inseguridad elimina por completo el atenuante de que pueda existir falta. No obstante, desde una cierta perspectiva, se obtiene una conclusión con total claridad: es tan evidente que falla estrepitosamente en los dos goles como también lo es que, si el protagonista hubiera sido otro jugador más popular, en lugar de críticas habría surgido un exculpatorio grito unánime contra el árbitro, los dioses o la Divina Providencia. De ahí la pregunta. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? ¿Quién se distanció antes de quién?
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