El análisis de la final

A Montella no se lo tradujeron bien

Aitor TorviscoAitor Torvisco
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A Montella no se lo tradujeron bien
- Aitor Torvisco
Eran las mismas camisetas de Old Trafford, las mismas que ya habían asaltado el Wanda en esta Copa y las mismas que usa Montella desde que entrena al Sevilla. Pero esta vez, vacías. Sin alma. Sin el más mínimo orgullo. Sin casta ni coraje y, por supuesto, sin intensidad, sin presión alta, sin dinamismo, sin oposición y sin fe. Sólo Jesús Navas se salva de la quema en un equipo fundido por su entrenador que ayer salió con una tensión más propia de un torneo veraniego que de una final de la Copa del Rey.

Esta vez ni siquiera hubo que lamentar la ya conocida falta de pegada. Sin tirar no se puede fallar y esto, de por sí, ya sirve para resumir un encuentro en el que el Sevilla se humilló a sí mismo. Fue infiel a su forma de ser, a su estilo competitivo, a su gen luchador en las finales... ayer Montella y los suyos ultrajaron la historia del club y el himno del 'Dicen que nunca se rinde'.

Al italiano le ha debido fallar el traductor de Google, pues todo ello lo entendió al revés. Hizo saltar a los suyos al terreno de juego ondeando una bandera blanca pidiendo al Barça que tuviese clemencia. Parecía claro que no habría posibilidad de sorprender a Valverde, porque todo el mundo sabe cómo y con qué once juega este Sevilla. Pero estando tan reciente lo mal que lo ha pasado el Barcelona (en Nervión, en Roma...) cuando le aprietan en la salida de balón y se enfrenta a un equipo que le muerde en cada balón dividido, indigna ver cómo los sevillistas prácticamente ni siquiera lo intentaron a pesar de lo bien que le había salido ese plan hace menos de un mes.

Sorprendió para mal. El Barça lo bordó anoche sin jugar al cien por cien. Es más, jugó tramos a media potencia, casi tirando del freno de mano. Si Messi y compañía ya suelen ser imparables por norma general, si encima tienen tiempo para pensar antes de decidir y se pueden permitir el lujo de conducir andando, el baño está más que asegurado.
Mal con el balón (muy errático Banega, indolente Nzonzi y apático el Mudo) fue incapaz de dar tres pases seguidos y estaba demasiado lejos del área culé como para amenazar con contras; sin él fue aún más dócil e inerte.
Montella firmó su epitafio con una exhibición de incapacidad.

La final se jugó andando
Sorprendió ver al Sevilla esperando muy atrás y tan pasivo. Los Messi, Suárez, Coutinho, Rakitic e Iniesta, además de ser muy buenos, tenían todo el tiempo del mundo para pensar qué hacer sin que nadie estorbase. Y así es imposible que no brote su mejor versión. Además, los blanquirrojos no enlazaban tres pases y estaban muy lejos para amenazar con salir a la contra. 

Correa jugó 45' de más
Montella retiró a Correa, de lejos el peor de un mal  Sevilla en el primer acto; para sacar al más activo en los últimos choques: Sandro. Para el segundo cambio hubo que esperar hasta el 82’, ya con 0-5. Entró Layún por Sarabia y se situó de lateral, adelantando Navas su posición. Nolito pasó el mal trago de entrar en el 86’, por el Mudo. El dibujo, por supuesto, el mismo.

El 0-1 definió lo que se iba a ver a continuación
De un posible robo de Muriel a Umtiti en el área del Barcelona a ver a David Soria recogiendo el balón de su portería. La final se rompió en esos 10 segundos. El central galo pasó el 'marrón' a Cillessen, pero Correa se paró y no le presionó. Fue la primera clave, ya que el meta holandés envió un pase de 60 metros para Coutinho sin que Escudero le siguiese, Soria reculó en lugar de salir y Mercado (la clave) se frenó dejando solo a Luis Suárez.  
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