Cuando el
Betis anunció el once inicial, había dudas sobre las posiciones que ocuparían
Barragán y
Joaquín, por si había reubicaciones o un cambio de dibujo, algo muy atípico en
Setién, quien ayer sorprendió a propios y extraños. El técnico cántabro utilizó en sus primeros meses en
Heliópolis el mismo 1-4-1-4-1 que trabajó en
Las Palmas y lo mantuvo hasta enero de 2018, cuando apostó por una defensa de tres centrales en un 1-3-4-2-1 que desde entonces sólo varió para sacrificar un mediapunta en pos de salir con un doble '9'.
Anoche, apostó por un dibujo nuevo, con defensa de cuatro (
Francis fue de nuevo el lateral zurdo) y con cinco centrocampistas de toque, pero con gran capacidad de esfuerzo y trabajo en equipo. Por delante de
Carvalho y
Guardado se situaban
Lo Celso, con total libertad de movimientos, y
Canales y
Joaquín, algo escorados a los costados.
"Todos los equipos nos conocen, ya saben cómo jugamos y es muy difícil sorprender", han lamentado muchas veces a lo largo de esta temporada los béticos. Se pedía una vuelta de tuerca como ésta y la experiencia fue positiva... con la pega de siempre: la falta de gol. Un brillante
Rulli amargó la noche a
Joaquín y
Lo Celso, los que más lo intentaron. Sanabria, como luego Loren, se fueron sin probar al argentino y ése es otro problema que urge solucionar cuanto antes.
Con los centrales arropados y tanto 'jugón' en sala de máquinas, el
Betis redujo pases (y riesgos) en la salida, tocó en zonas más adelantadas y la circulación fue más rápida y fluida. Además, ejerció una feroz presión tras pérdida que mantenía a la
Real encerrada en su campo, plan que no parecía incomodar mucho a los vascos, que ya destrozaron a la contra al
Madrid y que metieron miedo en el tramo final, cuando el
Betis cedió metros al querer buscar profundidad por la banda de
Francis cambiando a
Tello por Guardado.