Con los 95 minutos que duró el derbi ya escrutados,
Julen Lopetegui cerró el puño y lo elevó al cielo de Heliópolis en la celebración más efusiva que se le ha visto al vasco, a buen seguro, en toda su carrera deportiva. Hombre hierético, de pocas palabras y emociones contenidas, la celebración en el césped del
Benito Villamarín delata los nervios que soportó y lo mal que lo pasó a pesar de la neta superioridad de su equipo durante casi todo el derbi.
Casi todo. Porque a pesar de que el
Sevilla Fútbol Club volvió ayer a proclamarse ganador en el campo de su eterno rival y gobernará en la capital de Andalucía al menos hasta mediados de marzo, el conjunto nervionsense volvió a evidenciar lo mucho que le cuesta cerrar los partidos por muy a favor que sople el viento. Es decir, usando léxico electoral, se proclamó vencedor, pero sin mayoría absoluta; insuficiente para ser investido sin necesidad de pactos, coaliciones o mociones de confianza del electorado.
El
Sevilla tuvo el control de la posesión, abrió mucho el campo y descosió por fuera al
Betis, con la poderosa dupla
Navas-Ocampos por la derecha y con la voluntad de
Reguilón-Nolito en la zurda; con el control absoluto del sufragio en la medular, con una seguridad defensiva digna de ser envidiada y un gran
Vaclik.
Con todos estos argumentos, con un 0-1 a su favor desde muy pronto y con un oponente aturdido, el
Sevilla dio un paso atrás y dio vida a su rival, como ya hizo, por ejemplo, ante
Valencia,
Atlético o
Eibar. Lopetegui sólo contará con pleno apoyo para gobernar cuando consiga que sus jugadores reflejen su superioridad.
Claro que, si hay alguien con el gesto torcido, ése debe der
Rubi, quien vuelve a ver en riesgo su escaño tras la nula propuesta en un derbi ante su público.
En el triunfo ante el
Celta y el empate ante un
Madrid al que dejó a cero en medio de goleadas a
Leganés (5-0),
Galatasaray (6-0) y
Eibar (0-4) demostró una solidez que no tuvo ayer. Además, arriba sólo fue capaz de generar peligro por medio del oportunismo de
Loren y el atrevimiento de
Fekir, quien se topó con un
Diego Carlos que le conoce bien de la Ligue 1 y le negó toda opción de lucirse.