2021, el año de los canteranos: análisis sobre la explosión de talento emergente y cómo gestionarlo

2021, el año de los canteranos: análisis sobre la explosión de talento emergente y cómo gestionarlo
- Aitor Torvisco
Aitor TorviscoAitor Torvisco 19 min lectura
El mundo es de los jóvenes, qué duda cabe. El presente no tiene sentido si no es para encaminarse y estar preparado para el futuro en todos los aspectos de una sociedad que amenaza siempre con condenar a la obsolescencia a todo aquel que no se actualiza a las exigencias de los nuevos tiempos. Es una ley de vida que una generación se vea, tarde o temprano, forzada a echarse a un lado y dejar vía libre a la siguiente hornada que viene pisando fuerte. El fútbol, por supuesto, no es ajeno a ello. Sin embargo, también cabe preguntarse por la importancia de medir los tiempos de cada cosa. No por mucho correr se llega antes a la meta y más en un deporte tan exigente en el que la evaluación es contínua y no hay tiempo para recrearse en el pasado ni paciencia para esperar a ver qué depara el futuro; en el que a veces es recomendable contener las ganas de la juventud por llegar a la cima pues, tanto en la vida como el fútbol, lo más difícil no es llegar, sino mantenerse.

En los tiempos actuales vivimos la explosión de una nueva generación de talentosos futbolistas. El 'baby Barça' de los Gavi, Abde, Jutglá... el relevo generacional impulsado por Luis Enrique en la selección española, la empastada mezcla de veteranía y juventud tutelada por Pellegrini en el Real Betis; la camada con Juanlu y compañía que ha dado un paso adelante en el Sevilla FC de Lopetegui en estas últimas semanas de 2021 en que los nervionenses han vivido atrapado por una plaga de lesiones... Yeremy Pino en el Villarreal de Unai Emery...

De todo ello, de cómo medir los tiempos y de cómo gestionar esas ganas por llegar rápido a la elite ha reflexionado ESTADIO Deportivo con una voz más que autorizada como es la de Washington Tais. Exfutbolista de Racing y Betis, entre otros, y agente de Promoesport Andalucía, ha atendido amablemente la llamada de este periódico para explicar cómo ayuda y aconseja a los jóvenes futbolistas que lleva -y a esos padres que suelen ser mucho más impacientes que sus hijos- en una de las agencias de representación, intermediación y scouting más afamadas, con presencia no sólo en España, sino también en muchos otros países como Reino Unido, Portugal, Italia, Estados Unidos, Polonia, Turquía, Bélgica, Japón, Rusia, Argentina, Alemania, Francia o Perú.

"Por suerte, los jóvenes están teniendo muchas más oportunidades. A veces, el tema económico favorece a la cantera. En los equipos de Primera y con más poderío económico es más difícil que lleguen los jóvenes. Se suele decir que si no llegan más jóvenes es porque les falta experiencia, pero si nunca le das la oportunidad y le pruebas, jamás van a tener esa experiencia requerida y saber si es válido. Casos como el de Gavi, titular con el Barça y la selección española, sale uno de cada 10.000. Eso no es lo normal. Es muy díficil llegar y todo tiene su proceso. Cuando quieres adelantar el proceso es arriesgado porque igual que das pasos hacia adelante puedes darlo hacia atrás", explica Tais a modo de exposición general.

El canterano suele sentir que tiene que demostrar mucho más que el resto para poder quedarse en su casa: "Eso pasa en el fútbol y en todos lados. En tu casa siempre tienes que demostrar más que el que viene de fuera. A mí me tocó vivirlo desde joven en una cantera como la de Peñarol, un club muy grande. La gente se vuelca al principio al canterano, pero en cuanto pasan dos o tres partidos, se escucha 'Nos hace falta un delantero, o un lateral'. No les damos margen para asentarse. Tienen que estar muy bien y no sólo mantener el nivel, sino ir a más, porque si no traen a otro de fuera que con menos va a tener más posibilidades. Ha costado un dinero, cobra más... Debería ser al revés, que el que viene de fuera tuviese que demostrar más".

Cabeza de ratón o cola de león. Jugar mucho en una categoría más baja o aguantar en un banquillo por mantenerse en una primera línea mediática. Esa es a veces la disyuntiva a la que se enfrentan los canteranos: "Particularmente, yo pienso así: tenemos un jugador con nivel para estar en el primer equipo, vale, pues vamos. Para nosotros, como agentes, es muy bueno y para el jugador en ese momento, también. Ahora bien, tener a un jugador de 18 ó 19 años en un primer equipo toda una temporada y que no juegue... No me parece. Lo que necesita es jugar. Si no hay sitio, pues hay que buscar minutos en un equipo de Segunda o Segunda B y seguir formándote".

"Un ejemplo muy claro de esto es Fabián Ruiz en el Betis. Salió cedido al Elche, hizo un temporadón, volvió y fue a más y a más. Hay que hacérselo ver a los futbolistas y, sobre todo, a algunos padres. No siempre va a ser un camino de rosas y siempre ascendente. Habrá subidas, bajadas... pero lo importante es llegar a lo más alto que puedes y mantenerte. El objetivo no es jugar un año arriba y luego estar en Tercera con 27 años. Si paso eso, algo falló. Lo importante es llegar para mantenerte", manifesta Tais.

En ese sentido, el agente se ve en medio de todo. Está tutelando un jugador joven, su familia ha depositado toda su confianza en él para que lo lleve lejos, el club quiere que frene esa impaciencia... Es muy difícil contentar a todos. "Es un trabajo difícil. Tienes que hacer de psicólogo, de padre, de madre, de tutor... Con jugadores mayores que ya tienen su autonomía es distinto. Con la cantera, hablas más con los padres que con los niños, sobre todo cuando son menores. Ahí la educación es más para los padres que para los chavales. Hay que hacerles ver muchas cosas del fútbol que ellos no saben. Ven que el hijo metió 25 goles en alevines y en infantiles salió campeón de Andalucía y en cadete el mejor delantero que había... Ya lo quieren ver jugando la Champions. No, el niño está formándose. Es como con los estudios: quizás terminas primera con muy buenas notas, en la ESO de sobresaliente todo... pero luego llegas a la Universidad y cambia todo, ya de repente no tienes tanto nivel, sacas un 5 o un 6, te cuesta más sacar las asignaturas... Pues el fútbol es igual. Hay un millón de casos de jugadores que eran los mejores de su edad en alevines y luego no llegaron. Eso es lo que hay que hacerle ver a los niños y a los padres".

"Nosotros, al ser exjugadores, sentimos que nos escuchan un poco más porque uno le cuenta experiencias propias buenas y malas, es una opinión que ven más válida. Son experiencias reales, no le pintas todo de color de rosa. A veces, la culpa de que un chaval no llegue es del entorno. Si lo levantas demasiado, se puede equivocar y creerse que como es bueno ya lo tiene todo hecho. Aunque te venga a buscar el Madrid, el Barcelona o el City. Eso no significa que vayas a llegar a la elite. No sirve de nada que yo le dé una charla y luego llegue el padre y le diga 'El entrenador no te pone porque es muy malo y no tiene ni idea'. Ahí entramos en cortocircuito. Ya vamos mal", explica un agente que puede hablar desde sus vivencias como canterano y luego como veterano que ha visto salir a mucho joven en un fútbol que ha cambiado muchísimo en las últimas décadas.




"Muchas veces me pongo de ejemplo con los niños porque una virtud que tengo es que, además de que me encanta el fútbol y tenía esa ilusión de llegar, siempre fui muy perseverante. Nunca me imaginé que llegaría a estar donde he estado, pero tenía ese sueño y quería intentarlo. Tuve la suerte de llegar con 13 años a la cantera de Peñarol -la más grande del fútbol uruguayo junto a la de Nacional- y los dos primeros años prácticamente no jugaba casi nada. Sin embargo, poco a poco fui creciendo, llegué a la selección juvenil y veía que casi todos aquellos que eran titulares cuando yo apenas jugaba, prácticamente casi ninguno llegó a jugar a primer nivel. Ni en Uruguay, imáginate fuera. Esto no es un esprint. Es un maratón. Igual sale muy fuertes y a mitad de carrera te quedas. Hay que ser muy fuerte mentalmente y hoy en día exigen cada vez más en ese sentido. Más presión, más control... Hay menos margen de error. Te equivocas y enseguida se sabe. Por otro lado, también es verdad que yo estuve jugando cinco años jugando en Primera división en Uruguay y salía al extranjero un jugador por año como mucho. Hoy haces seis meses buenos y sales a Europa, seguro. La globalización hace que todo sea vea y se conozca más", expone recordando su etapa de canterano.

A veces, al joven futbolista le persigue el síndrome del juguete roto. La novedad atrae. Querer jugar con lo nuevo para luego olvidarlo y abandonarlo. Contrasta la rapidez con la que algunos jóvenes llegan con, por ejemplo, el exceso de paciencia que tuvo Frank Rijkaard a la hora de darle minutos a Andrés Iniesta. El neerlandés se excusaba alegando que había que tener paciencia porque era un chaval que iba a hacer una carrera larga y exitosa, en la que las prisas sólo podían ser obstáculos en ese ilusionante camino. Fue en contra de la corriente de opinión mayoritaria y el tiempo le acabó dando la razón. Mejor eso que ilusionar jugadores para luego emplearlos como un producto de usar y tirar. Que se asienta pronto, genial. Que no, pues se deshecha y a por el siguiente.

"Ése es el problema. Hoy en día sale muchos que aún no están hechos. Hay casos excepcionales, muy pocos, que sí aguanta. ¿Qué pasa con los que no se han terminado de formar? Pues que lo mandan para atrás de nuevo. Y ese retroceder hace que muchos se vengan abajo psicológicamente, le pones una montaña por delante y, si no viviste nunca esa situación, crees que todo terminó. No es verdad. Es una etapa más. No es lo mismo jugar delante de 50 padres que de 50.000 personas, que te pitan, escuchas el murmullo de la grada cuando fallas un pase y ya te entran más dudas en el siguiente... Por eso digo que el fútbol es un 80% cabeza y un 20% piernas. Generalmente, arriba llega el más fuerte mentalmente no el que mejor juega", asegura, antes de recordar su experiencia en el Racing y el Real Betis.

"En el Racing de Santander, Jonathan Valle parecía que iba a jugar en el Madrid y se quedó en promesa, por el camino. Sin embargo, otros como (Gonzalo) Colsa o Pedro Munitis se les veía de otra manera. Tardaron mucho más, pero les acabó llegando el premio, tuvieron su momento y lo aprovecharon". "En el Betis, Joaquín tenía 18 años y yo ya tenía 28. Salieron también Varela, David Rivas -su compañero en Promoesport Andalucía-, Juanito, Arzu, Dani... Eso tampoco es normal. El Betis venía de un mal momento y eso les ayudó, pero salieron muchos jugadores a la vez y todos triunfaron más o menos. No es fácil. Ellos trabajaron mucho, tenían muchas ilusiones y los pies en el suelo. No se creían más de lo que eran y ésa es la clave para poder progresar. Hay que saber lo que haces bien para potenciarlo y cuáles son sus limitaciones para intentar mejorar ahí y mientras tanto no hacerlo", rememora. 

"Antes llegabas a un vestuario del primer equipo y el veterano te hacía ver que era más que tú. Te mandaban a llevar el agua, las botas... Y cállate porque si no vas a tener un problema. Hoy en día eso ha cambiado. Los jugadores más mayores son distintos. Yo terminé jugando en Uruguay con 38 años con compañeros que, por edad, podrían ser mis hijos. Mi trato con ellos era de igual a igual. A mí me hicieron sentirme como el joven y no quería hacer lo mismo. A ver, marcas distancias también, pero no tanto. Ahora se integra más al joven. Luego el chaval también tiene que querer integrarse rápido. La jerarquía va en función de lo que tú dés. Por eso, hay que ser uno mismo. Ni querer impresionar, porque el vestuario te va a parar los pies, ni llegar tímido y no hablar con nadie. Al final, estamos compitiendo por un puesto en el once y todos queremos ese sitio. Somos compañeros, amigos, luego nos tomaremos una cerveza fuera, pero aquí estamos compitiendo".

Un representante debe gestionar las emociones del padre, tutelar al joven jugador, ser colaborativo con el club, hablar mucho con los directores deportivos y, por supuesto, en una última pata necesaria, observar a los técnicos: "No todos los entrenadores apuestan por los jóvenes, prefieren quizás la madurez. Para los jóvenes, cuando ves que llega a un entrenador que mira más a la cantera o el club tiene esa necesidad puntual, se animan y aprietan porque ven más cerca la oportunidad de subir. Y en la contra, si ves a un entrenador que en dos años no ha subido a nadie, pues lo ves más lejos y vas pensando en salir. Al final, si lo pones y le das la oportunidad puede que se quede o puede que no, pero si nunca se la das no sabes si puede valer".

"Para el que está abajo, si ve que debutan canteranos, la motivación es mucho mayor. Para el otro qué pasa, que piensa en salir en verano; pero no pasa nada tampoco. En el fútbol a veces también hay que ser un poco egoísta, pensar en dar lo mejor de ti y luego buscar crecer en otro sitio. Hay clubes, sobre todo más modestos y en ligas menores, que son vendedores y tiran más de los jóvenes. Tienen más probabilidades de crecer. Es muy distinto en otros clubes de mayores aspiraciones, consolidados arriba y que buscan los resultados rápido y un rendimiento inmediato. Y ahí quizás no hay tanta paciencia para esperar a los jóvenes. Porque el entrenador dice 'Si pierdo tres partidos seguidos estoy en la calle y nadie me va a valorar que he sacado a tres o cuatro chavales de la cantera'. Eso es así", finaliza Washington Tais en su pormenorizado análisis de la explosión de talento emergente vivida en este 2021 y cómo gestionarlo.

 

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