Si por algo se ha caracterizado
Víctor Sánchez del Amo desde que arribó a Heliópolis es por no haber dado una voz más alta que otra, ciñéndose al discurso marcado y a lo políticamente correcto. Agarrarse a los principios básicos del fútbol y, del nada, hacer un todo. Eso, en el caso del
Betis posPoyet, no era demasiado difícil: hacerse fuerte atrás, valerse de la afición y, desde una solidez defensiva, ponerse en manos de la pegada de sus hombres de arriba.
Justo lo que hizo ayer ante el
Athletic en un Benito Villamarín en el que sigue invicto, saliendo con un 5-3-2 en el que el canterano
José Carlos ocupó el flanco izquierdo y
Mandi el derecho, siendo
Pezzella el central libre. Con las bandas para
Piccini -luego Cejudo- y
Durmisi, Donk era el que le daba músculo al centro del campo a la vez que se incrustraba en defensa a la hora de defender, configurando una línea de seis en fase defensiva con cuatro centrales que le aportaban algo más de libertad a los laterales -extremos- a la hora de salir a la contra.
Junto al holandés, en esa segunda línea, un
Dani Ceballos -comprometido en defensa- y un
Joaquín encargados de darle sentido al juego verdiblanco y de conectar con la punta de ataque, con
Sanabria y
Rubén Castro. En definitiva, un
Betis robusto atrás y con pólvora arriba que, con el paso de los minutos, permitió al Athletic conducir con cierta facilidad por el centro hasta llegar al área verdiblanca, donde se daba de bruces con la muralla impuesta por
Víctor.
En el tramo final, ya sin
Rubén, un fundido Joaquín fue quien acompañó a Sanabria en punta, rozando el segundo.