Puede que no alcance el Olimpo de las leyendas béticas, pero Antonio Adán se quedará muy cerca. Al menos, nadie podrá discutir al mejoreño compromiso y rendimiento, precisamente cuando lo más fácil era ignorar la llamada de un equipo grande que, allá por enero de 2014, se iba sin remisión a Segunda.
Y, para más inri, renovó a las pocas semanas. Por eso, al cancerbero hay que valorarle su apuesta por la resurrección del Betis, a la que ha contribuido con su trabajo, sumando un sinfín de puntos, codo con codo con Rubén Castro. Si los planes de los que mandan en el club no pasan por renovarle, no hay más que hablar.
Doctores tiene la Iglesia. Pero Adán debe irse por la puerta grande.