Reyes: eterno capitán de alma rebelde

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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Reyes: eterno capitán de alma rebelde
- Joaquín Adorna
Le vi disputar sus primeros partidos con el Sevilla, en la temporada 2001/2002, a pie de campo, en aquellos años en los que un servidor pertenecía a A3 Televisión. A ras de hierba se percibe mucho mejor la velocidad a la que se mueven el balón y, sobre todo, las piernas. Las de Reyes tenían una marcha más que el resto y, además, le gustaba correr hacia donde corren los que tienen valor y cuestan muchos millones, la portería contraria.

Que era distinto como jugador se le veía de lejos, en los andares. Que era una buena persona lo pude comprobar en las horas que pasé en su casa, en Londres, con motivo de una entrevista. Fueron suficientes para conocer mejor al Reyes generoso, divertido, espontáneo, que se lo pasaba en grande jugando a la Play Station; y a unos padres entregados en cuerpo y alma a su hijo -como todos los padres- y que habían convertido su hogar en el refugio español del futbolista que siempre echó de menos el cielo azul de Sevilla.

Una familia pasional ahora destrozada por la irreparable pérdida de un hijo, un sobrino y otro sobrino que lucha por salir adelante con graves quemaduras en el cuerpo. Ya se han escrito y dicho mil palabras. No las hay para tapar tanto sufrimiento por unos fallecimientos tan repentinos y tanta angustia por el primo de Reyes que aún sigue hospitalizado.



Se han derramado lágrimas, letras y, con una entereza sorprendente en muchísimos casos por la cercanía a José Antonio Reyes, palabras de consuelo para intentar aliviar un dolor sin alivio posible. Sólo el paso del tiempo irá cerrando las heridas de un 1 de junio de 2019 que va a quedar entre los capítulos trágicos de la historia del Sevilla F.C.

Su club -espectacular alarde de grandeza en el adiós-, los sevillistas, el mundo del fútbol español y, por último, su Utrera natal han tributado a Reyes la despedida que merece quien ya es leyenda. Muere el futbolista, vive un mito que asesta un nuevo golpe en el corazón de Nervión. Berruezo, Antonio Puerta y, ahora, José Antonio Reyes, el niño de la eterna sonrisa.

"Un capitán rebelde. Un alma rebelde. El único que se llevaba el brazalete a casa, incumpliendo la norma que impedía hacerlo". La definición que de él ha hecho Agustín López, coordinador general de la cantera del Sevilla, es quizás la que mejor intenta introducir con dos palabras -alma rebelde- tanta genialidad en un recipiente pequeño.

Con melena agitanada, Reyes rompió los moldes desde su llegada a la Carretera de Utrera. La velocidad en el césped, su calidad, su desborde, su visión de juego, sus últimos pases le llevaron a la gloria para convertirse en uno de los futbolistas más laureados de la historia del Sevilla, pero no ha sabido regatear a la muerte con tan sólo 35 años. Demasiado joven para perder en la carretera tantas futuras ilusiones.

En el adiós a Reyes ha vuelto a latir el espíritu de Puerta, el que unió al Sevilla F.C. y al Real Betis en el dolor, el que volvió a activarse con el fallecimiento de Miki Roqué. Como no podía ser de otra manera, el comportamiento de los dirigentes del Betis y de los aficionados ha sido ejemplar. Sevilla ha vuelto a enseñar una vez más a toda España que la rivalidad deportiva nada tiene que ver con la sana convivencia de familias unidas -y divididas- por el fútbol?.
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