Haro y Catalán han amarrado otra vez, y con holgura, la estabilidad institucional. En
el aspecto económico el club ha crecido, ha aprobado el mayor presupuesto de su historia, y la mejoría de la entidad en su carta de presentación hay que atribuirla a los actuales dirigentes.
Quedan voces críticas, pero la oposición está aglutinada en un grupo reducido de grandes paquetes accionariales, mientras que la mayor parte de los pequeños accionistas han aprobado la temporada anterior
pese al criticado despido de Serra Ferrer, y a pesar de que el año no deparó ningún éxito deportivo (eliminado por el Rennes en 1/16 de final en Europa; por el Valencia en semifinales de Copa y sin repetir clasificación europea).
Los últimos buenos resultados del equipo han facilitado la labor. Sin recibir un claro apoyo por parte de los dirigentes, también es lógico que se busquen alternativas cuando no se gana, Rubi se ha asentado en el cargo. Los triunfos han rebajado la crispación y ha quedado constancia de que buena parte de la afición ha elevado el listón de la exigencia.
De nuevo,
no hay excusa externa para intentar alcanzar lo que demandan los béticos, los accionistas y aquellos que, sin serlo, son abonados y constituyen el alma del club: el crecimiento deportivo en forma de título (debe aspirar a la Copa) o de clasificación continuada en Europa. Ya lo dijo Haro y debe mantener siempre presente su propia sentencia:
"Hoy en día, estás en Europa o no existes".
Sin jugar en el viejo continente, el Betis
difícilmente va a poder mantener un presupuesto que roza los 163 millones de euros y le resultará
imposible mantener a futbolistas como Fekir o Carvalho, que necesitan estar siempre en el escaparate. El Betis vuelve a estar en la parrilla de salida. Le falta acertar en los fichajes y que Rubi siga ganando muchos partidos.
Joaquín Adorna
