Entrevista ED con el entrenador del Sevilla

Machín: "El Sevilla nunca ha tenido tanta exigencia"

Machín: "El Sevilla nunca ha tenido tanta  exigencia"
Estadio DeportivoEstadio Deportivo 21 min lectura
Pablo Machín sabe lo que se hace. Es consciente de la exigencia del reto que asumió en verano: hacerse con las riendas de un Sevilla sin identidad reconocible después de ver pasar en un año a cuatro entrenadores muy divergentes: Sampaoli, Berizzo, Montella y Caparrós, su actual 'jefe'; pero también llega a un club acostumbrado a luchar por ganar títulos casi por inercia, como si no le costase mucho esfuerzo. Sólo en el último lustro, el sevillismo ha visto a los suyos en finales coperas, supercopas, levantando tres veces seguidas la Europa League y alcanzando el techo histórico de cuartos de final de la Champions. Por si fuera poco con todo ese peso en la mochila, además tenía en contra el factor tiempo: desde julio en competición oficial en verano de Mundial. El frenesí de sus primeros meses le legitima para aseverar que "el nivel de exigencia que hay sobre este Sevilla no lo ha tenido el club en toda su historia". Sin embargo, no es un hombre que se asuste fácil. Conversador nato, su gran ilusión es que se aprecien sus ganas y la abnegación con la que trabaja. Lo demás, ya vendrá. Y de momento, el balance es inmejorable: segundo, a un punto del primero en una Liga de la que fue el primer líder y en lo más alto de su grupo europeo.

- En verano protagonizó un salto importante en su carrera. ¿Se encontró en Sevilla un contexto muy diferente al de Girona?
- Hay diferencias, pero ya las conocía. Al Girona llegué cuando estaba casi en Segunda B y juntos hemos ido creciendo. Ahora estoy en un club que históricamente siempre ha sido de Primera, que ha tenido sus momentos de gloria, títulos€ Un equipo consolidado, con una exigencia que se multiplica y con un entorno que te hace ser más exigente si cabe de que lo que te pedían en el Girona.

- ¿Era un regalo un poco envenenado, no? Habían pasado cuatro entrenadores en un año.
- Sí, sí. Lo que más me inculcó Caparrós fue el lugar al que venía. No lo que se conocía desde fuera o podía intuir. Me dijo 'Oye, vienes a un gran club y hay una exigencia enorme, fruto de los últimos éxitos, de una afición pasional y de una prensa que, cuando mete, mete fuerte'. Él insistía en que tenía que asumir todo eso y vi que le preocupaba más que el hecho de saber entrenar, porque ya pensaba que eso yo lo podía hacer bien. Aquí siempre ha habido exigencia, pero la exigencia que tiene a día de hoy el club seguramente no la ha tenido nunca. Soy un privilegiado por entrenar a uno de los mejores del mundo. Es normal tener presión y que la gente haga comentarios que tú puedas considerar injustos. Los resultados podrán ser mejores o peores; pero, sobre todo, quiero que se vea mi trabajo y que el equipo quiera ir siempre a más.

- ¿Cómo casa su personalidad, cercana, fría, calmada... con una ciudad donde se vive el fútbol con un punto extra de pasión?
- Me considero una persona cabal, coherente y equilibrada. Esto trato de llevarlo a mi equipo, a mi modo de trabajar. Está muy bien que la afición se ilusione y que sea pasional, pero desde dentro tenemos que ser mucho más calculadores y tener claro qué es lo que te ha hecho llegar aquí y seguir haciéndolo para sacar el máximo rendimiento al equipo sin desviarte de esa línea porque vengan momentos mal dados o hayas hecho una cosa que sea extraordinaria.

- Alcanzado el primer tercio de la LaLiga, ¿qué balance hace del rendimiento del equipo?
- Lo más objetivo que hay son los números, y los números los refleja la clasificación. Se podría decir que si se acabara ahora la liga habríamos hecho una temporada extraordinaria, pero sólo llevamos un tercio y en el fútbol no es cómo empiezas sino cómo acabas. Tenemos que disfrutar el proceso, que está siendo muy bueno y dentro de las máximas expectativas creadas en verano.

- ¿Cree que los resultados y la situación clasificatoria se corresponden con las sensaciones?
- Creo que las sensaciones han sido muy buenas en la mayoría de los partidos, porque hemos tenido que cambiar muchas cosas de las que había y los cambios nunca son fáciles. Es la única manera de mejorar pero corres el riesgo de empeorar, así que, en el cómputo general, diría que las sensaciones sí se están correspondiendo con los resultados. De hecho, recuerdo muy pocos partidos en lo que no hayamos estado a un buen nivel.

- ¿La derrota ante el Getafe fue un primer punto de inflexión para el Sevilla de Machín?
- En ese partido se juntaron muchas cosas. Firmamos un empate ante el Villarreal, pero pudo pasar de todo y lo más justo fue el empate. Luego tuvimos el famoso derbi, en el que, más allá de que el VAR beneficiara o perjudicara, no hicimos un superpartido. Después de sufrir ese varapalo, se torció el partido ante el Getafe, más por méritos de ellos que deméritos nuestros, y la afición se puso un poco impaciente. Creo que ahora la afición ya sabe qué tipo de equipo hay, qué tipo de entrenador, de jugadores... y, quizás, si ahora vienen mal dadas, pueden entender que no siempre se puede estar a un nivel altísimo, pero el equipo luchará y lo dará todo siempre.

- ¿Ese resultado llega antes de apreciar o entender la esencia del nuevo Sevilla?
- Sí, porque yo creo además que todo vino muy rodado. Es normal que el público piense que clasificarnos para la Fase de Grupos de la Europa League era fácil, ya que no eran equipos muy conocidos. Lo entiendo, pero no lo comparto, porque sé la dificultad que tiene formar un equipo viniendo jugadores de jugar el Mundial, con un entrenador nuevo y teniendo que cambiar la dinámica de entrenamientos y el sistema de juego. De buenas a primeras empezamos a competir, casi sin amistosos, con esa sobrepresión de que sólo tienes una opción: pasar o pasar. Veníamos de que no se diera valor a esto, aunque estábamos cumpliendo y haciéndolo bien y arrancamos la Liga con un partido ante el Rayo sorprendente, porque lo hicimos francamente muy bien. Luego llegan esas dudas y ahora, una vez que llevamos un tercio, ya se ve qué tipo de equipo somos, qué tipo de entrenador soy, qué le pido a mi equipo y de qué somos capaces.



- ¿Qué pasa por la cabeza de Machín, en caliente, cuando ve que la afición se impacienta y pita al equipo tan al principio?
- Son cosas que tenía que asumir cuando llegué aquí. No soy tonto, sé lo que es el Sevilla, la afición, que tiene muchas cosas buenas y alguna menos buena, que pueden ser impacientes, aunque en el tiempo que llevo aquí me he dado cuenta de que la afición, en general, es muy inteligente y sabe apreciar sobre todo lo mínimo que se nos puede exigir: el esfuerzo y la implicación. Siempre le digo a los futbolistas que les perdono que no le salgan las cosas, pero nunca una falta de actitud, porque está íntimamente relacionado con la profesionalidad. Hay que seguir una línea de trabajo, en la que siempre he confiado y me ha traído aquí. No voy a dar bandazos, siempre se puede matizar una primera idea que pueda tener, pero no soy un entrenador que crea que dar banzados beneficia, porque carece de sentido.

- El partido ante el Getafe trajo un cambio de sistema, ¿qué le motivó para tomar esa decisión?
- Un poco de todo. De los momentos de dificultad siempre suelen salir cosas buenas. A lo largo de mi carrera, cuando he tenido problemas me he tenido que reinventar y ampliar el prisma. Me encontré con que teníamos dificultades en la defensa y en el centro del campo, por lesiones o por baja forma de algunos futbolistas, y veía que de medio campo hacia arriba había muchos futbolistas que se estaban mereciendo jugar. Y el fútbol es de los buenos futbolistas, que son los que pueden marcar la diferencia. Entonces me planteé algo que ya había hecho en Girona, donde jugaba con dos 'nueves' de referencia. Creí que para minimizar nuestro déficit atrás teníamos que potenciar nuestras virtudes arriba, por lo que pusimos esos dos delanteros. Ben Yedder me estaba dando muestras de que se adaptaba a lo que yo le pedía y siempre ha tenido gol, que es lo más difícil en el futbol. Y luego contaba con Sarabia o el 'Mudo' que en teoría eran más ofensivos, pero con los que ya había trabajado en pretemporada. Al 'Mudo' le probé de pivote. Pensamos también que Banega era capaz de ser el jugador que estuviera por delante de la defensa para así aprovecharnos de su saber hacer. No sólo es un jugador con buen toque y salida de balón, sino que también lleva muy bien, por su experiencia, el tema defensivo. Se sabe anticipar, cuándo chocar y cómo. Me lo planteé y así se lo hice ver a ellos también, que teníamos que ser capaces de jugar con tantos jugadores ofensivos siendo comprometidos también en defensa. La primera vez que lo hicimos salió francamente bien, nos dimos cuenta de que éramos capaces y le dimos continuidad.

- A priori parecía muy arriesgado desplegar ese centro del campo tan ofensivo, ¿se habría atrevido si las lesiones no hubieran mermado el centro del campo?
- Conociéndome, creo que sí me habría atrevido. No sé si desde un inicio, pero sí que en momentos puntuales lo habríamos hecho. Exactamente igual que cuando creímos que necesitábamos reforzar el medio campo con el Espanyol y sacamos a un futbolista como Gonalons, que es una lástima que haya sufrido estas dos lesiones, pues creo que nos podía haber hecho crecer mucho. A Éver le habría liberado de una faceta. Él tiene unas características buenas con balón y sin balón, una presencia física que no tenemos ahí. También hay que tener en cuenta que mi obligación es aprovechar toda la plantilla, porque si queremos llegar lo más lejos posible en todas las competiciones es inviable que hagamos sólo con las mitad de los efectivos.

- Con esa apuesta está derribando un poco el mito de la necesidad de jugar al menos con un pivote de corte defensivo.
- Soy de los primeros que piensa que tenemos que tener un equipo equilibrado. En ese equilibrio está la virtud, porque la realidad se refleja en la famosa teoría de la manta: si atacas mucho y subes la manta a la cara se te quedan fríos los pies, que puede ser la defensa, y si te tapas los pies se te enfría la cabeza. En un entrenamiento puedes decir 'Que buenísimo es este jugador que no pierde ningún balón y que flojo otro porque falla muchos pases'. Pero luego este futbolista es necesario para que el equipo pueda ganar y jugar a determinadas cosas. Por eso digo que todos los futbolistas tienen cabida. Se trata de que se vean las virtudes de cada efectivo y no las carencias.
Por sus condiciones, no creo que Sarabia vaya a hacer una cobertura regularmente a Banega, pero el 'Mudo' quizás sí.

- ¿Que grado de importancia tiene la posesión del balón en el juego del Sevilla de Machín?
- Partimos de la base de que lo importante es ganar. Para ganar hay que meter goles y para meterlos se puede llegar al área de muchas maneras, todas muy respetables. Lo primero, para hacer un determinado tipo de juego se necesita un determinado tipo de futbolistas y, si no tienes efectivos con la capacidad de sacar la pelota sin perderla -incluido el portero- es de locos hacer pases comprometidos en zonas comprometidas. Todo eso conlleva un tiempo, un proceso. Lo inteligente es poner a los futbolistas en un contexto en el que sientan cómodos. Para mí, la diferencia en el fútbol, más que la posesión, la marcan las transiciones defensa-ataque, ataque-defensa, porque ahí es donde encuentras a los equipos más desordenados y, cuando hay desorden, hay más posibilidades de sorprender. Por eso yo soy un entrenador al que le gusta hacer ataques rápidos. A partir de ahí también creo que de la cantidad sale la calidad. Hablando del Girona o del Numancia, yo nunca he tenido a los mejores jugadores de la categoría pero he tenido que competir con los mejores, para poder lograr los objetivos, y como no disponíamos de esa calidad para llegar de una forma muy clara, lo que hacíamos era llegar muchas veces. De esa cantidad sale la calidad. A mí me gusta tener muchos acercamientos al área rival. Algunos serán más claros y otros menos. Uno será de un remate directo y otro de una segunda jugada. Esa ha sido un poco la evolución de mi idea de fútbol por los futbolistas que he tenido. Ahora soy consciente de que tengo futbolistas que son capaces de elaborar más el juego, de dar el pase más preciso, de hacer un centro justo para un jugador  que viene de segunda línea... Esto también hace que puedas ir evolucionando.

- También influirá el hecho de que ahora afronta una mayor carga de partidos que en años y en clubes anteriores.
- Venimos de un club en el que sólo jugábamos un partido a la semana. Nuestra forma de jugar requiere un equipo muy enérgico, muy trabajador e intenso. Que apriete mucho, que haga transiciones rápidas, que exija, que vuelva, que seamos un equipo muy incómodo. En el Sevilla es diferente, porque, además de por las características de los jugadores, no sería inteligente exprimir a los futbolistas en un partido si luego quiero que rinda en el siguiente partido. Necesitamos tener un juego más dosificado, digamos, porque los futbolistas no son máquinas y tenemos el problema de que la plantilla no es todo lo amplia que quisiéramos. Puede darse que un futbolista tenga que jugar tres partidos a la semana. No lo podemos sobreexigir en el aspecto físico, ya que nos pasaría factura.

- ¿Se puede decir que contra el Espanyol se vio un buen ejemplo del Sevilla que quiere Machín?
- Creo que sí, se ha visto en varios partidos. Lo que valoro de esa victoria es el espíritu del equipo por encima del resultado. Sabemos que la victoria lo enmascara todo y que todo el mundo está más abierto a decir que has hecho las cosas bien, todo lo contrario que cuando pierdes. A mí me gusta ser más racional, opinar con argumentos, valorar las cosas. Lo más importante contra el Espanyol fue que el equipo luchó hasta el último momento, hizo muchas ocasiones de gol más allá de que estuvieran más o menos acertados o de que su portero firmara un buen partido, como ocurrió contra el Barcelona, contra el que fuimos capaces de generar un gran número de ocasiones, pero nos encontramos con un Ter Stegen extraordinario, que en otros partidos paró lo normal€ Contra el Espanyol nos fuimos al descanso por detrás y fuimos capaces de seguir con nuestro plan de juego; no nos volvimos locos por las circunstancias que hay, como decisiones del árbitro que te pueden sacar del partido, o esa sobreexigencia que nosotros mismos asumimos del propio público, con ese runrún de la grada que no te ayuda; pero sigues siendo un equipo que tienes paciencia. Al final, lo consigues en los últimos minutos, remontas el partido y eso lo hace más épico, pero si ese partido lo hubiéramos empatado, yo habría estado igual de satisfecho con el equipo. Ante el Espanyol sí se pudo ver un equipo bastante semejante al ideal y que yo creo que, si somos coherentes, le podemos exigir al Sevilla. Somos un buen equipo pero también debemos de ser conscientes de que pueden no salir las cosas o que tenemos limitaciones, por qué no reconocerlo.

- ¿Considera que estar en Europa es una obligación?
- Desde hace mucho, el Sevilla compite cada año en Europa. Creo que a la gente se le tiene que exigir en función de las capacidades de cada uno. Si la plantilla demuestra que está capacitada para pelear por Europa, asumo esa presión. No quiero fijar muy alto el objetivo y que cuando lleguen las vacas flacas la gente se decepcione. Sinceramente, no creo que el segundo puesto en el que estamos ahora sea el objetivo para el que estamos llamados; pero eso no quiere decir que no lo vaya a defender con todo. Pelearemos por estar lo más arriba posible.
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