De Gómara a Bakú, pasando por Lieja

De Gómara a Bakú, pasando por Lieja
- Á. Palomo/A. Torvisco
Álvaro PalomoÁlvaro Palomo 8 min lectura
Pablo Machín ha ido forjando su carrera paso a paso, haciéndose a sí mismo día a día, haciendo camino al andar. De Gómara, su pueblo natal, a Lieja, donde hoy busca cumplir un nuevo reto. Del seno de una familia de la que heredó la cultura del trabajo y el esfuerzo, la honestidad y la honradez, hasta Soria, primera parada de su camino al éxito. Y de la ciudad en la que aprendió a dar rienda suelta a todo el fútbol que tenía dentro, sin ser aún muy consciente de ello, a Girona. Por primera vez se alejaba de su tierra, pero el destino premió su insistencia y allí vivió su gran eclosión, su gran puesta en escena como entrenador de elite nacional y trampolín hacia Sevilla, donde ha recibido su primer pasaporte para viajar por Europa. No sin sudarlo. A las tres previas que tuvo que superar no se le dio valor porque estaba obligado a conseguirlo. A este segundo reto -lograr el pase para los dieciseisavos de la Europa League-, que puede lograr hoy a falta aún de una jornada para el final de la Fase de Grupos, ya se le presta más atención. Pero el camino apenas ha empezado. Una vez que el pase esté en el bolsillo, el siguiente paso es ser primero de grupo. Y así, paso a paso, hasta Bakú (sede de la final de este año). Paso a paso...

La inspiración futbolística le llegó cuando Machín sólo era un niño y contra todo pronóstico. "Vengo de un pueblo (Gómara, Soria, 322 habitantes según el censo oficial de 2016) en el que no hay ni equipo de fútbol. En mi familia nunca ha habido deportistas ni alguien al que le haya gustado mucho el fútbol; pero a mí siempre me gustó mucho y mi padre me dio la posibilidad de llevarme a Soria para que pudiese jugar. Fui creciendo y era de los 'buenecillos', así que llegué a jugar con el Numancia en Segunda B con sólo 18 años", explica a ESTADIO el técnico del Sevilla, que trató de resumir cómo nace su pasión por el banquillo:

"Todos los entrenadores que he tenido me recuerdan que yo era de los que cuestionaba el estilo de juego, hablaba mucho con los compañeros sobre cómo colocarnos en el campo... Según ellos, ya dejaba ver desde joven que tenía madera de organizador y de entrenador". Un momento clave en su carrera fue cuando, con 23 años, tuvo que elegir entre ser futbolista, entrenador o hacer la 'mili': "A mí el fútbol me apasionaba y, cuando estaba en Segunda B, con Lotina, tuve la posibilidad de sacarme el título de entrenador. Lo compatibilicé con mis estudios de magisterio -yo soy maestro-, y empecé a entrenar a los chavales de la cantera. En esa época también me declaré objetor de conciencia y la prestación la hice entrenando a chavales. Ya con 23 años, tuve una grave lesión de rodilla y estuve entre seis y ocho meses parado. Aprovoché ese tiempo para entrenar a los cadetes y otros equipos de categorías inferiores. Me recuperé muy bien, estaba incluso mejor que antes y tuve que elegir. El club me ofrecía dirigir al Juvenil del Numancia y eso no era compatible con jugar. Pensando qué hacer, me di cuenta de que no echaba tanto de menos jugar y decido ser entrenador", detalla.

"Seguí un proceso en el que me fueron bien las cosas, subimos a División de Honor; luego cogí el filial, nos metimos en el 'play off' de ascenso a Segunda B y no subimos por misericordia. No subimos, pero me vino bien, porque tuve que volver a elegir: Seguir con el filial o ser el segundo entrenador del primer equipo. Conociéndome, de subir, habría elegido seguir en el filial y ya no se sabe lo que habría pasado". La decisión volvió a salir de manera inmejorable: "Tenía curiosidad por ver el fútbol profesional desde dentro, aunque ya lo había compaginado antes siendo entrenador de porteros con Lotina. Estuve de segundo entrenador del Numancia varios años y con varios entrenadores, hasta que me llegó la oportunidad de ser primer entrenador. Estuve dos años en Segunda (de 2011 a 2013). Con lo que había, creo que lo hice muy bien y luego sufrí un momento de dudas. Yo pensaba que valía para esto, aunque nunca pensé que llegaría a entrenar en Primera división, y dedido no continuar en Soria porque ser profeta en tu tierra es complicado, así que a pesar de tener la promesa del presidente de que iba a renovar, lo cancelamos todo de mutuo acuerdo, porque quería buscarme la vida y porque pensaba que iba a tener más opciones".

"Esas opciones que aparecían, al final siempre se truncaban por la experiencia, porque todo lo que había hecho había sido en el Numancia. Yo pensaba que para tener esa experiencia, necesitas que alguien te dé esa oportunidad. Pasó el tiempo y llegó una oportunidad envenenada de ir al Girona, que estaban en descenso y con pocas opciones de salvarse, últimos y a nueve puntos de la permanencia a falta de sólo 13 partidos para el final de la 13/14". Y volvió a triunfar: "No iba con el reto de salvar al equipo; ante todo, quería adquirir esa experiencia y demostrar (demostrarme también a mí mismo) que en un contexto desconocido era capaz de mejorar una plantilla, recobrar su espíritu competitivo y hacerlo bien. Salió extraordinariamente bien y nos salvamos. Al año siguiente, casi subimos. Al siguiente (15/16), en Navidad casi rozábamos el descenso y tuve que reinventar. Nos metimos en el 'play off' y estuvimos también a punto de subir. Ya, por fin, en la 16/17 logramos por fin el ascenso y nos mantuvimos en Primera en la 17/18 (a punto de meterse en Europa)".

Tras cuatro años en Girona, le llama el Sevilla y esta vez sí que no tuvo ninguna duda: "No me tenía que convencer nadie, ya no sólo por el club, que también, sino por el cómo. Me demostraron que yo era el único de la lista, porque sabían perfectamente cómo soy, cuáles eran mis métodos, habían hablado con gente que me conocía... Sin tener un currículum amplísimo o un pedigrí mayor, me hicieron sentir un técnico 'top' para estar en un club 'top' como el Sevilla". Hoy, en Lieja, toca dar otro paso para poder ser aún más 'top'.
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