Siempre dentro de los parámetros de su filosofía,
Quique Setién trabaja de forma incesante para perfeccionar su estilo y dotarlo de la profundidad que ha lastrado al control que ha ejercido prácticamente en la totalidad de los partidos. En esta búsqueda, las rotaciones introducidas en
Montilivi incluyeron la presencia de
Inui y
Boudebouz detrás de Loren para tratar de romper la línea con la electricidad del nipón y la magia del argelino.
Pretendía verticalizar la propuesta con
Canales al timón y una pizca escorado a la derecha pero con libertad de movimientos y apoyado por
Guardado, un poco más anclado en la medular. El guion era el mismo que en choques anteriores, con un monopolio bético en la posesión ante un
Girona dispuesto a replegarse para recuperar, y en el arranque se vislumbró la intención de minimizar el tráfico en zonas intrascendentes con pases interiores, pero, ante el encierro catalán, la circulación se espesó y se convirtió en una sucesión de entregas horizontales ante la ausencia de movimientos en posiciones avanzadas.
Aun así, las subidas de
Junior y algún destello permitieron al
Betis generar ocasiones sin acierto en un monólogo al impedir que el
Girona apenas tuviera el esférico. Situación que varió ante el estiramiento rojiblanco en la reanudación, lo que abrió más espacios para un
Betis plano al principio pero que empezó a encontrar vías por banda hasta que marcó
Loren a centro de
Francis. Ya con 0-1, gestionó la ventaja con el balón, firme en la retaguardia y la autoridad propia de un equipo que ha creído en lo que hace en plena adversidad. Música con percusión.