Lo despiertan de su letargo

Victoria balsámica la vivida este domingo en el Benito Villamarín. Por la necesidad de sumar de tres (tres seis jornadas consecutivas sin hacerlo) y por la entidad del rival, el Real Madrid.

Todo ello, a pesar de que el partido fue bastante insulso en líneas generales, más allá de los goles y de esos compases aislados en los que los de Rubi consiguieron subirse a las barbas blancas. Y es que tanto el Betis como el Real Madrid confundieron de inicio el respeto con la apatía, no queriendo ninguno de los dos equipos llevar la iniciativa. Un rol protagónico que poco a poco fue tomando el Betis, no sin timidez, y más por demérito de los de Zidane que por convencimiento propio.

Así, por ejemplo, llegó el 1-0 de Sidnei en el tramo final de la primera parte o el 2-1 de Tello en la segunda mitad, no sin miedo de que el Real Madrid pudiera igualar nuevamente la ventaja, como ya hizo justo antes del descanso, de penalti. Y es que los de Rubi nunca fueron claramente superiores sobre el terreno de juego a un Real Madrid que pecó de contemplativo y de especular en exceso con el marcador; lo que despertó al Betis.

Tras el descanso, Rubi realizó los tres cambios sin que ello repercutiera en el sistema. Hombre por hombre, y con Guido jugando ese papel híbrido que Edgar llevó desde el inicio, configurando una línea de cinco atrás en fase defensiva y actuando como pivote al uso durante la ofensiva. Algo que no resultó del todo factible en el epílogo, cuando el Madrid se lanzó a por el empate con el 2-1 en contra. Un triunfo que llega en el mejor momento, justo antes del derbi del próximo domingo.

Movilidad y libertad en el campo
Así lo demuestra su mapa de calor. El internacional galo Nabil Fekir fue, quizá, el mejor jugador del Betis, tanto al ataque como en la elaboración. Gozó de mucha movilidad y libertad de movimientos, especialmente en campo contrario.