Perro flaco

Al flaco perro verdiblanco no dejan de salirle pulgas, y últimamente son las arbitrales las que más le están picando. Una cosa es que tú te compliques la vida y otra bien distinta que te empujen por el precipicio. Y la realidad es que el perro verdiblanco se está quedando famélico, aunque no porque no trate de buscarse las papas. En muchas ocasiones, se las quitan de la misma boca.
Sale a cada partido con fe y valentía, pese a saberse sentenciado, y aun así acaba siempre preso de la impotencia y derrotado. El Sevilla, que ayer se benefició de su gafe, sabe bien lo que es eso de ser perro y apaleado -por los árbitros-. Que le pregunten, si no, a Marcos Alonso. Con los 16 o 18 puntos que le birlaron en su día podría haberse quedado en Primera, lo mereciera o no.
La cuestión es que, incluso siendo bastante superior hasta el penalti, daba poca sensación de que fuesen a ganar los de Calderón. Será cosa de las inercias o, como decía Valdano, de que el fútbol es un estado de ánimo y al Sevilla el balón no deja de sonreírle últimamente. Sin Rakitic y contra once, apenas pudo escapar de su campo. No tiene a nadie que sepa aguantar el balón o leer una salida, ya sea en corto o en largo. Tuvo que ser Bacca el que bajase para fabricar algo.
El colombiano, tras un período de adaptación, ha terminado de adquirir el nivel que tenía en el Brujas. Anda para situarse donde más le conviene y, cuando le llega el cuero, se vuelve eléctrico. Velasco Carballo creyó que sólo habían podido pararlo con penalti y ahí se acabó la película de un derbi de los del pasado: con poco fútbol y muchas faltas, con protestas y tensión. Más bien feo, incluso cuando se partió. Se lo cargó Carballo, una pulga más del perro flaco verdiblanco.
Sale a cada partido con fe y valentía, pese a saberse sentenciado, y aun así acaba siempre preso de la impotencia y derrotado. El Sevilla, que ayer se benefició de su gafe, sabe bien lo que es eso de ser perro y apaleado -por los árbitros-. Que le pregunten, si no, a Marcos Alonso. Con los 16 o 18 puntos que le birlaron en su día podría haberse quedado en Primera, lo mereciera o no.
La cuestión es que, incluso siendo bastante superior hasta el penalti, daba poca sensación de que fuesen a ganar los de Calderón. Será cosa de las inercias o, como decía Valdano, de que el fútbol es un estado de ánimo y al Sevilla el balón no deja de sonreírle últimamente. Sin Rakitic y contra once, apenas pudo escapar de su campo. No tiene a nadie que sepa aguantar el balón o leer una salida, ya sea en corto o en largo. Tuvo que ser Bacca el que bajase para fabricar algo.
El colombiano, tras un período de adaptación, ha terminado de adquirir el nivel que tenía en el Brujas. Anda para situarse donde más le conviene y, cuando le llega el cuero, se vuelve eléctrico. Velasco Carballo creyó que sólo habían podido pararlo con penalti y ahí se acabó la película de un derbi de los del pasado: con poco fútbol y muchas faltas, con protestas y tensión. Más bien feo, incluso cuando se partió. Se lo cargó Carballo, una pulga más del perro flaco verdiblanco.

