No podía dejar pasar esta oportunidad. Con el ritmo del
Valencia sería poco menos que decirle adiós a la
Champions; con la racha del Athletic, sería complicarse la
Europa League y dar vida a un rival, el
Alavés, que llevaba por delante bastantes jornadas.
Era crucial no sólo por los números sino por unas sensaciones que eran positivas con el regreso de
Caparrós, pero que necesitaban una victoria tranquilizadora para afrontar las ocho finales que quedan con confianza y para seguir presionando a todos los rivales, algunos de los cuales tienen que mantener más de un frente abierto.
Todo fueron buenas noticias pero, sin duda,
la mejor fue el regreso de un Sarabia al que han echado mucho de menos y que demostró, con su gol y asistencia, que es el baluarte fundamental de este equipo. Con él, la Champions no es una quimera.