El fichaje de Borja Iglesias por el Betis es el triunfo de la paciencia en un mundo en el que mandan las prisas. El club ha cocinado a fuego lento un fichaje de bandera sabiendo aislarse de la inquietud de una afición ávida de buenas nuevas, de la mano firme negociadora de un Espanyol que no quería vender y de la presión que los propios dirigentes béticos se autoimpusieron al fijar el 5 de julio como fecha límite para su llegada.
Han aplicado eso de 'despacito y buena letra' porque han sabido ver que, sin duda, merecía la pena. Se trata de un goleador nato y, lo más importante, de un tipo de vestuario que ha demostrado que su palabra está por encima de todo. Y si los futbolistas con gol escasean, las personas honestas y de fiar son aún más difícil de encontrar. Borja lo es.
Lo comentaba el pasado 11 de julio en las páginas de ESTADIO su técnico en la cantera del Celta, Alejandro Menéndez. "Tiene buenos valores y es un chico de palabra", señaló su primer mentor, quien se mostró convencido de que "no le va a poder la presión de los 28 kilos porque sabe aislarse y siempre se supera". Por todo ello, tenía que ser él.
Estadio Deportivo2 min lectura