No se puede reprochar a Rubi lo más mínimo en sus comparecencias. Habla con naturalidad y casi todo lo que dice tiene sentido. En Granada obligó a los jugadores a agradecer el apoyo de los aficionados y, en la previa a un partido en el que se juega su futuro, ha hecho un ejercicio de autocrítica que baja, sin duda, la crispación.
Es consciente de que los béticos van a mostrar su enfado con el equipo, con él y con los dirigentes, porque tienen motivos para hacerlo, y que les toca a ellos, como profesionales, revertir la situación. No hay más. Así de simple. Saltar al campo, apechugar con el clima que se encuentren, dejarse el alma, competir y ganar.
El Betis está lejos de las expectativas creadas, y a una afición que da muestras permanentes de fidelidad no se le puede negar la opción a mostrar su desencanto. Hay tiempo para todo y los béticos saben cuándo criticar y cómo ayudar a los suyos.
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