Muchos puntos de diferencia entre un equipo y otro
-25-. Muchos años -una década- que han marcado
un escalón deportivo que ha separado a ambas entidades. Muchos pequeños detalles que hacen que dos grandes aficiones cuenten, hoy, con dos equipos con
aspiraciones muy diferentes: un Sevilla con un técnico, Sampaoli, que sueña con ganar y
alcanzar "la punta", el coliderato, "el puntero", según las palabras del técnico argentino; y un Betis que está
por debajo de su objetivo, la novena plaza, y que quiere ofrecer a sus aficionados la gran satisfacción de ganar en casa diez años después al eterno rival, al que puede dejar sin aspiraciones ligueras.
Las objetivas distancias se reducen en el mejor derbi de España, de Europa y, posiblemente, del mundo. Un partido que deja unos noventa y tantos minutos cargados de emociones y, sobre todo, un resultado final para la historia. Sampaoli ha apuntado a la conquista de la Liga para motivar a un plantel lleno de profesionales que acaban de exponerse al gran escaparate de la
Champions League. Víctor sabe que él y su Betis tienen la opción de redimirse ante su gente tras el traspiés de Granada logrando un triunfo que en ningún caso permite aprobar una triste temporada, pero que supondría una gran alegría y una inyección de tranquilidad para afrontar los 14 partidos que restan.
Un derbi que nada tiene que ver con todos los vividos.
Ceballos da un plus de morbo -criado en la cantera del Sevilla-, liderazgo y optimismo a los béticos. El Sevilla anda
justo de gasolina, está obligado a rotar piezas y puede pagar las
escasas 66 horas de descanso tras su ajustado triunfo ante el Leicester. El Betis buscará, así se intuye,
imponer un ritmo alto, una fuerte presión a la salida de balón del Sevilla para llevar el partido a un escenario similar al vivido ante el Barça, mientras que Nasri apunta a antídoto para frenar el juego intenso y amortiguar con posesión las intenciones del Betis.
Dos estilos de juego diferentes, dos ciudades en una misma ciudad partida a finales de un mes de febrero carnavalero.
Dos sentimientos que este sábado se parten, se unen y se igualan, independientemente de lo que marque la fría tabla clasificatoria.