Adiós a Rogelio, adiós a una parte del verdadero Betis

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Adiós a Rogelio, adiós a una parte del verdadero Betis
"Ya lo he dicho alguna vez: para mí, el verdadero Betis es Rogelio". La frase, sentencia, la pronunció Luis Aragonés, entonces seleccionador español, en la presentación del libro 'Rogelio SIEMPRE VERDIBLANCO', escrito por Manolo Rodríguez y Tomás Furest, y editado por ESTADIO Deportivo. Era el año del Centenario y el Betis empezaba a vivir el deterioro institucional en manos de un Manuel Ruiz de Lopera que ya había sido imputado por delito societario y que confundía a la institución centenaria con su persona.

Ha fallecido, efectivamente, una parte del Real Betis Balompié: Rogelio Sosa. Nos deja una de sus trece barras. Un ídolo eterno. Una leyenda que, además de un futbolista inolvidable -según cuentan quienes le disfrutaron- con una 'zurda de caoba', era una persona entrañable con un exquisito sentido del humor: "Metía los goles de córner -10 olímpicos hizo en su carrera- porque cuando los lanzaba en gol Sur soplaban todos los béticos de gol Norte".
Rogelio es el Betis, sin duda. Tiene que serlo quien mostró tanta lealtad y fidelidad a su club. Con tan sólo 14 añitos se incorporó a los juveniles del conjunto bético para cinco años más tarde, con 19, ver cumplido su sueño en septiembre de 1962: debutar con el Betis en Primera división y convertirse en el futbolista que más años ha vestido la camiseta verdiblanca, 17 temporadas. Capitán durante más de una década, tuvo el honor de levantar la Copa del Rey del 77 para retirarse un año después del fútbol activo y seguir vinculado al club como segundo entrenador y como delegado en los ochenta y en los noventa.

Quienes hemos podido leer esa obra magistral nos pudimos acercar al alma del niño que nació a orillas del Guadalquivir en Coria del Río en 1943, en aquellos duros años de posguerra. "En mi carnet de identidad reza que nací un 2 de mayo, pero mi madre siempre me dijo que me parió el 15 de abril". Un niño que vivió muchas necesidades, que sólo pudo asistir al colegio hasta los nueve años; que a los diez ya trabajaba con su madre, Ana, en un puesto de naranjas en el Mercado de Abastos de Coria. Su padre, mientras tanto, salía a pescar el esturión, cazaba patos y gansos, o trabajaba como calafate (quienes cerraban las junturas de los barcos con estopa y brea para que no les entrara agua).

La humildad engendró un artista, un genio querido por todos en su pueblo que llevó al fútbol la listeza que le dio la necesidad. "Soy el único jugador que ha marcado un gol sin haber pisado antes el campo", bromeaba. Lo hizo de córner y, efectivamente, marchándose directamente a tirarlo al entrar en una sustitución. Su golpeo de rosca en las faltas, el 'regate de la tostá -"me pongo de espaldas al rival, le enseño el balón con la derecha y me lo traigo con la zurda"- y las mil genialidades de quien le dijo al su entrenador, Rafael Iriondo, que "correr es de cobardes". Adiós al embrujo y a la magia del mito. Descanse en paz una parte del verdadero Betis.
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