Mateu Lahoz hizo buenos los peores presagios. Con su designación se dispararon los temores. Con el
Sevilla jugándose la cuarta plaza con el
Valencia, un valenciano, Mateu, y otro valenciano en el VAR,
Martínez Munuera, se iban a encargar de dirigir el decisivo encuentro entre el
Getafe y el
Sevilla F.C. Cuesta decirlo, y mucho más escribirlo, porque suena a competición adúltera y son palabras mayores, pero las sospechas se confirmaron y Mateu y el
VAR fueron determinantes en la segunda derrota del conjunto sevillista con Caparrós en el banquillo.
No hay que eximir de responsabilidad a los jugadores del
Sevilla, que a estas alturas y con vigilancia tecnológica ya deberían saber que no se puede defender en el área con los brazos despegados del cuerpo. De los posibles errores en el planteamiento del partido de
Caparrós, poco se puede decir en un encuentro que quedó plenamente condicionado por el arbitraje y por la expulsión de
Escudero.
Se intuía el desastre arbitral y hasta
Caparrós, cuando vio que el Sevilla acumulaba 5 tarjetas amarillas en 10 minutos (del 23' al 33' Mateu amonestó a
Amadou,
Banega,
Mercado,
Escudero y
Mudo Vázquez); y que el colegiado pitaba dos penaltis tan discutibles, empezó a aceptar la derrota y a manejar el partido para evitar males mayores -nuevas expulsiones- para el inmediato partido del próximo jueves ante el
Rayo Vallecano.
Con Mateu el
VAR sirve de poco. Él interpreta la jugada a su antojo, el árbitro tiene la primera y última palabra, y tiene un criterio en función de cada partido y de cada rival. El penalti que pita a
Escudero no es, porque el balón toca primero en la cabeza del defensor sevillista. En el primero, hay falta previa al
Mudo. Los jugadores no deben defender con las manos levantadas, pero la involuntariedad resulta evidente. Las manos no buscan el balón y la cercanía al rematar le habrían dado a Mateu la posibilidad de no señalar pena máxima, pero optó por interpretar lo contrario. En el caso de
Mateu, además, lo grave es que no siempre aplica el mismo criterio. En el partido que jugaron
Barça y
Sevilla en el Camp Nou, como caso más llamativo vinculado al conjunto de
Nervión, no pitó penalti cuando
Jordi Alba interceptó un centro de Navas con la mano dentro del área.
Durísima derrota para el Sevilla, tres goles encajados, el golaverage perdido ante el Getafe, la baja de Escudero por sanción y poco tiempo para cambiar el chip y centrarse en la próxima final, este jueves, ante el
Rayo Vallecano. El triunfo del Valencia en el
Villamarín desplaza al Sevilla a la sexta plaza y el Betis queda en la novena, a nueve del eterno rival.
Marcelino vuelve a ganarle la partida a Setién, que cada vez escucha con más fuerza en la grada el
'Quique vete ya'.
Y eso, a pesar de que el técnico parece dispuesto a cambiar cosas para quedarse. Modificó el dibujo. Metió a cuatro defensores atrás para dar protección en las bandas a
Joaquín (Mandi le guardaba la espalda) y a
Tello (Junior jugaba tras él). Y mejoró bastante el
Betis en su juego y en su equilibrio, aun contando con las ausencias importantes de
Carvalho y
Canales. Pero este Valencia está en racha y necesita muy poco para poner sobre el verde la mucha calidad que atesoran algunos de sus jugadores, como la que mostró
Guedes en sus dos golazos, para completar una temporada de ensueño el año de su centenario.
El
Betis sigue siendo un equipo de contrastes. Domina y enamora a los suyos; se entrega y encaja dos goles que le ponen contra las cuerdas; recorta distancias con otro gol del recién renovado
Lo Celso y se vuelve a ganar el favor del público; y acaba perdiendo y poniendo en riesgo su clasificación europea.