CICLISMO

Escabechina de Van der Poel en la París-Roubaix

El ciclista neerlandés renovó el título conseguido en 2023 con una espectacular exhibición en solitario

Escabechina de Van der Poel en la París-Roubaix
Van der Poel, a mitad de exhibición en la París Roubaix - CORDON PRESS
Alvaro ArenillasAlvaro Arenillas 4 min lectura

Pero qué bueno es Mathieu Van der Poel. El ciclista de Alpecin Deceuninck llegaba a la París-Roubaix tras lograr su tercer triunfo en el Tour de Flandes y, lejos de mostrarse tranquilo tras la señalada victoria, vivió la 'clásica de las clásicas' con el cuchillo entre los dientes; tanto es así que destrozó a todos los rivales yéndose en solitario en los últimos 60 kilómetros para llegar al Velódromo con tanta ventaja como para disfrutar esa gloriosa vuelta que le coronaba por segunda vez consecutiva como rey en Roubaix.

En la 121 edición de esta mítica prueba, la cual se disputa sobre un recorrido de 259,7 kilómetros entre Compiègne y el velódromo de Roubaix, Van der Poel directamente pareció jugar en otra liga. Dejando claro que es el jefe en los adoquines, completó la carrera con un tiempo de 5h.26.01, a una media de 47,8 km/hora; mientras que sus perseguidores terminaron la jornada a 2.57 minutos, con el belga Jasper Philipsen segundo haciendo doblete para el Alpecin, y el danés Mads Pedersen (Lidl) en tercer lugar.

Antes de tal resolución, ocurrió prácticamente de todo. Hubo caídas, ataques, pinchazos... La prueba cumplía con las expectativas y el Alpecin se dedicaba a controlarla para dejar a Van der Poel en el mejor escenario posible. Fue a 96 kilómetros de meta cuando apareció por primera vez el campeón del mundo con un acelerón de tanteo. Se trató de un aviso para todos, uno que no evitó que poco después Pedersen intentara romper la carrera desde lejos. El belga Gianni Vermeersch, un hombre de Van der Poel se pegó a rueda para controlar el movimiento, con su jefe de filas en un segundo grupo que logró enlazar aún con 65 kilómetros para meta y los principales sectores adoquinados por llegar.

Ahí llegó la hora de Van der Poel. A 60 de meta, en el tramo de Orches, la bestia neerlandesa se despegó de sus rivales con una superioridad aplastante. A base de pedaladas y un ritmo infernal, hizo imposible que nadie le siguiese y fue sumando segundos y segundos de ventaja. Por detrás se formó un grupo perseguidor de enorme nivel con Jasper Philipsen, ganador de la San Remo, Mads Pedersen, Stefan Kung y Nils Politt. Nada pudieron hacer. El pulso de uno contra cuatro estaba igualmente desequilibrado. La Roubaix estaba decidida.

Un palmarés envidiable

Sabedor de que la victoria era suya, Van der Poel lo celebró anticipadamente chocando el puño con el director de equipo. Fue un triunfo que llevaba su clásica firma, uno que mostró que el campeón del mundo es intratable en terrenos como este. A sus 29 años, hablamos de un palmarés de 49 victorias. En lo que concierne a clásicas de un día, acumula tres Flandes, dos Roubaix, una San Remo, una Amstel y una Strade Bianche. El apetito de Van der Poel no conoce límites.

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