Rafinha, para terminar de invertir la dinámica

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El trasvase de jugadores entre el F.C. Barcelona y el Real Betis, más en una dirección que en otra, todo sea dicho, ha sido una constante a lo largo de la historia, desde que Pedro Areso, allá por el año 35, tras ganar LaLiga con el conjunto heliopolitano, hiciese las maletas para marcharse a la Ciudad Condal. Desde entonces, más de una veintena de jugadores han cogido el puente aéreo que une Sevilla con Barcelona (y viceversa) para defender las camisetas verdiblanca y azulgrana.
Curiosamente, este intercambio de talentos parecía estar perseguido por una singular maldición que afectaba a todo el que viajará de norte a sur para enfundarse en las trece barras, una suerte de castigo por el que los jugadores culés no terminaban de rendir como se esperaba de su condición.
Sin embargo, esta tendencia se ha ido invirtiendo en los últimos años, posiblemente desde la llegada de Sanabria, producto de la Masía, donde estuvo entre 2009 y 2013. Tras él, la llegada primero de Tello, del que todavía se espera mucho más, y principalmente de Bartra, marcan un cambio de ciclo en esta suerte de condena que recaía sobre todos los jugadores que llegaban a Heliópolis con pasado en el conjunto azulgrana. Una dinámica que se podría confirmar de cerrarse finalmente el fichaje de Rafinha, por el que el Betis lleva negociando días con el F.C. Barcelona. Con el hispano-brasileño, no sólo se confirmaría la evidente predilección de Lorenzo Serra Ferrer por los 'productos' de la cantera azulgrana, el Betis también podría dar un importante salto de calidad. Objetivo que se perseguía cada vez que el Betis se reforzaba con jugadores con ADN culé, aunque no siempre el resultado ha sido tan positivo. Buena prueba de ello hay en el último cuarto de siglo. Un buen puñado de jugadores, quizás el más nutrido (Arpón, Sánchez Jara, Ismael, Óscar López o Pacheco) pasaron por Heliópolis sin pena ni gloria.
A muchos de los que llegaron les pesaron las altísimas expectativas que crearon sus fichajes, viendo cómo la grada siempre les exigía más de lo que podían ofrecer. Es lo que le ocurrió a gente como Verdú o, incluso, un Sergio García que, pese a no hacerlo del todo mal, jamás fue ese 'crack' que apuntaba que sería y terminó saliendo, como tantos otros, por la puerta de atrás después de un año en Segunda división en el 09/10.
Tampoco dejó un mal recuerdo Montoya. Tampoco muy bueno. Su paso por el Betis, cedido seis meses por el Barcelona tras una primera parte de la temporada infructuosa en el Inter, no dejó huella. No llegó a brillar en los trece encuentros que disputó y el Betis lo devolvió a final de aquella temporada aunque cabía la posibilidad de ampliar su cesión, pero el Betis no lo ejecutó.
En otros casos, el lastre fueron las lesiones, que marcaron decisivamente los periplos de Miguel Ángel, Damià, Xavi Torres o Mario Álvarez, por ejemplo. Tres jugadores que, si bien no llegaron directamente del F.C. Barcelona al Real Betis, sí fueron formados en sus categorías inferiores.
También lo fue Sanabria, al que precisamente los infortunios médicos le han impedido mostrar su mejor nivel, pero que en los pocos meses que ha estado en condiciones de jugar ha demostrado toda su capacidad goleadora, hasta el punto de convertirse en el segundo máximo goleador del equipo con ocho goles en los 17 encuentros que disputó a lo largo de la pasada temporada.
Con él comenzó a intuirse ligeramente ese cambio de tendencia. Tras él, llegaron Tello el verano pasado y sobre todo Marc Bartra, en enero, posiblemente el mejor jugador con pasado culé que ha defendido las trece barras.
Curiosamente, este intercambio de talentos parecía estar perseguido por una singular maldición que afectaba a todo el que viajará de norte a sur para enfundarse en las trece barras, una suerte de castigo por el que los jugadores culés no terminaban de rendir como se esperaba de su condición.
Sin embargo, esta tendencia se ha ido invirtiendo en los últimos años, posiblemente desde la llegada de Sanabria, producto de la Masía, donde estuvo entre 2009 y 2013. Tras él, la llegada primero de Tello, del que todavía se espera mucho más, y principalmente de Bartra, marcan un cambio de ciclo en esta suerte de condena que recaía sobre todos los jugadores que llegaban a Heliópolis con pasado en el conjunto azulgrana. Una dinámica que se podría confirmar de cerrarse finalmente el fichaje de Rafinha, por el que el Betis lleva negociando días con el F.C. Barcelona. Con el hispano-brasileño, no sólo se confirmaría la evidente predilección de Lorenzo Serra Ferrer por los 'productos' de la cantera azulgrana, el Betis también podría dar un importante salto de calidad. Objetivo que se perseguía cada vez que el Betis se reforzaba con jugadores con ADN culé, aunque no siempre el resultado ha sido tan positivo. Buena prueba de ello hay en el último cuarto de siglo. Un buen puñado de jugadores, quizás el más nutrido (Arpón, Sánchez Jara, Ismael, Óscar López o Pacheco) pasaron por Heliópolis sin pena ni gloria.
A muchos de los que llegaron les pesaron las altísimas expectativas que crearon sus fichajes, viendo cómo la grada siempre les exigía más de lo que podían ofrecer. Es lo que le ocurrió a gente como Verdú o, incluso, un Sergio García que, pese a no hacerlo del todo mal, jamás fue ese 'crack' que apuntaba que sería y terminó saliendo, como tantos otros, por la puerta de atrás después de un año en Segunda división en el 09/10.
Tampoco dejó un mal recuerdo Montoya. Tampoco muy bueno. Su paso por el Betis, cedido seis meses por el Barcelona tras una primera parte de la temporada infructuosa en el Inter, no dejó huella. No llegó a brillar en los trece encuentros que disputó y el Betis lo devolvió a final de aquella temporada aunque cabía la posibilidad de ampliar su cesión, pero el Betis no lo ejecutó.
En otros casos, el lastre fueron las lesiones, que marcaron decisivamente los periplos de Miguel Ángel, Damià, Xavi Torres o Mario Álvarez, por ejemplo. Tres jugadores que, si bien no llegaron directamente del F.C. Barcelona al Real Betis, sí fueron formados en sus categorías inferiores.
También lo fue Sanabria, al que precisamente los infortunios médicos le han impedido mostrar su mejor nivel, pero que en los pocos meses que ha estado en condiciones de jugar ha demostrado toda su capacidad goleadora, hasta el punto de convertirse en el segundo máximo goleador del equipo con ocho goles en los 17 encuentros que disputó a lo largo de la pasada temporada.
Con él comenzó a intuirse ligeramente ese cambio de tendencia. Tras él, llegaron Tello el verano pasado y sobre todo Marc Bartra, en enero, posiblemente el mejor jugador con pasado culé que ha defendido las trece barras.















