Dominar sin balón

Estadio Deportivo
Estadio Deportivo
Seguir
5 min lectura
Dominar sin balón
- 28/03/2014
El Barcelona de Guardiola desvirtuó la tesis sobre la posesión. Se entiende, desde entonces, que el equipo que maneja más balón es siempre superior, cuando en esa sobrevaloración se omite que hay un equipo que puede no quererlo hasta momentos puntuales o que, simplemente, se siente más cómodo sin él, con la única intención de no perder el orden.


Emery prefirió ceder la iniciativa aun a riesgo de ver circular el cuero entre los pies de varios de los mejores futbolistas del mundo. De hecho, quería que lo manejasen varios de ellos; no todos ni en determinadas zonas. Dejó que lo tuviesen los mediocentros. Sólo les cerró las vías de pase, pues el toque corto no le era dañino.


El vasco partió de un presunto 4-2-3-1 que no era sino un 6-2-2, con las líneas muy juntas, dos primeros hombres en la presión (Rakitic y Bacca), otros dos escuderos (M’Bia e Iborra), extremos reconvertidos a carrileros (Reyes y Marin) y los laterales incrustados junto a los centrales. Con ello dejaba que el balón lo moviesen Pepe y Varane, o bien Illarra, Alonso o Modric, pero que éste nunca llegase a Bale y Cristiano, tendentes, a pierna cambiada, a buscar pasillos interiores por los que no cabían.


Salvo varios minutos iniciales en los que la rabia visitante pudo con el pánico local, el juego del Madrid fue horizontal, muy poco profundo, plano. Pese a que disparó mucho, casi siempre lo hizo desde lejos y, para más inri, con poca destreza. Beto pasó pronto de estar solo en el ruedo ante varios Miura a ver los toros tranquilamente desde la barrera.


No había una forma mejor de jugarle al todopoderoso. Ni siquiera la hubo tras el 0-1. Mejor perder la dignidad, a ojos de quienes sobrevaloran la posesión, que la vida. Alguna caería, pese a que cualquier pelotazo de los muchos que daba era difícil de bajar para el Sevilla sin un delantero de otras características, de los que pivotan, aguantan y esperan al resto. Bacca no es así. Bacca la necesita para ir al espacio, en carrera. Ahí es mortal y más ante un equipo, el de Ancelotti, que transita mal de ataque a defensa y que tiene a un lastrado Xabi Alonso como único sostén para su equilibrio. Al primer despeje que el talento de Reyes transformó en pase, el colombiano lo agradeció. Abrazo de gol. Después sacó el capote Rakitic, el niño de Pino Montano. Se lo enseñó a Pepe, que entró a matar ante tamaño engaño. Jugador de sombrerazo el croata, de los que recordará por siempre una afición que espera a que su nombre quede más tarde que pronto en un mero recuerdo. De nuevo Bacca con espacios y, otra vez, el balón al fondo de red. El plan de Emery no cambió nunca. Para qué. Dominaba las situaciones sin balón mientras los merengues estaban perdidos con él.


Sí tomó Emery, y no es baladí por ser poco habitual, varias determinaciones clave desde el banquillo. El lateral zurdo Marin estaba frágil y penalizado y Vitolo, que en Pamplona recuperó la frescura perdida, podía darle un buen relevo, como se lo dio más tarde el canario a Reyes para que fuese Alberto el que ayudase a Navarro a obligar a Bale a perderse una y otra vez por dentro. Fazio y Pareja, gigantes, tampoco dieron validez al último recurso del balón aéreo.


En Nervión ya no se habla de Joaquín Caparrós. Se habla de Champions, de equipo récord y de un técnico que se está ganando la confianza de todos. Inteligentes planteamientos, como el del miércoles, le refuerzan. Ni los ‘leones’ ni los ‘dragones’ dan ya miedo. Que se preparen Athletic y Oporto.


Este Sevilla se siente capaz de todo, con balón o sin él.