Suele caer siempre el entrenador, sobre todo cuando los pitos se dirigen al palco, porque sirve generalmente para desviar la atención, renovar ilusiones de una grada hastiada y adquirir un nuevo escudo, pero en muchas ocasiones los técnicos no son los culpables de una mala situación. O, al menos,
no los principales culpables.
También hay aspectos que achacarles. En el caso del Betis, concretamente,
se le debe criticar a Rubi bastante: que analizase mal las fortalezas y debilidades de la plantilla, que persevere hasta tener la soga alrededor del cuello en una idea que claramente no funciona; que permita que manden los jugadores, que comience casi siempre perdiendo o que le remonten cuando se pone por delante... Pero el gran problema no es de entrenador y no se solucionará echando a Rubi, si es que tampoco saca nada de Granada.
El problema es de concepto.
De no entender de qué va esto. De prescindir de un hombre de fútbol. De creer que lo importante es marcar goles en los despachos. De pensar que fichar buenos jugadores es igual a tener una buena plantilla. De obviar, incluso, que no es conveniente acompañar a la expedición en los viajes. De ponerse ante el micrófono sólo cuando vienen bien dadas.
Hay que empezar por saber qué se tiene, qué objetivo se pretende, qué entrenador sería el idóneo para ir a por ello, qué necesitaría para conseguirlo y dónde puedo encontrarlo en el mercado, llegando antes que el resto y sin pasarme de lo que tengo presupuestado. No es fácil, por supuesto.
Por eso no hay que subestimarlo, como han hecho Haro y Catalán.
En verano no se detectó que
los centrales son, por frágiles, poco compatibles; que faltaba
un pivote defensivo fuerte y rápido, que sostuviese un centro del campo muy creativo; que había
un portero libre, bético y de nivel, San Miguel, que habría permitido invertir los
4,5 millones de Dani Martín en otras necesidades; que los dos laterales zurdos contratados,
Alfonso Pedraza y Álex Moreno, son del mismo perfil; que los compañeros necesitan
trabajar en pretemporada con el '9' para conocer sus movimientos y que éste, pese a ser ya una necesidad imperiosa en enero, no debía llegar a finales de agosto; que
hay que saber vender en el momento idóneo y que los buenos jugadores, como Carvalho, Canales o Bartra, se desconectan tras una mala temporada y sin jugar en Europa... Y, en definitiva, que
el big data no toma decisiones.
Son
demasiados errores como para que el Betis no esté a finales de octubre
en puestos de descenso. Y Rubi tiene parte de culpa, claro, pero echándole no se solucionará el problema.
Se maquillará durante un tiempo, pero la pintura acaba cayéndose con las lágrimas y
este Betis, ahora mismo, tiene pinta de drama.