El Sevilla perdía el sábado su primer partido de pretemporada y parecía que ya no tenía nada que hacer en esta campaña. Ayer, el Betis hacía lo propio ante otro rival de entidad, el Borussia Mönchengladbach, y más de uno, pese a las alegrías de los días anteriores, se echaba las manos a la cabeza. Ni es lógico rasgarse las vestiduras por caer en esta fase ni celebrar como si de un título se tratase cualquier alegría. Las etapas de preparación son sólo eso y las sensaciones, sean buenas o malas, luego tienen que traducirse cuando empiece lo importante. Sólo hay que remitirse a la historia para ver que nada de lo que ocurra ahora tiene por qué trascender luego. Y si nos centramos en el Betis, parece más absurdo aún cuando ha demostrado que sigue manteniendo su potencial arriba y sólo ayer, durante 45 minutos, falló atrás. Hay demasiado pesimismo.
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