Esta tarde el consejo decide la destitución o continuidad de
Eduardo Berizzo y, en caso de despido, quién será su sustituto.
Entiendo los motivos que hacen que una mayoría de la opinión pública comparta la decisión de prescindir del de
Cruz Alta. Los sevillistas con los que trato coinciden en que al equipo le falta espíritu, no sabe a lo que juega, los jugadores ofrecen la sensación de no entender las órdenes del técnico... Para mí lo más decepcionante es la falta de evolución en un equipo favorecido por los resultados que no ha sido capaz de levantar el vuelo en lo referente al juego. Con lo que no estoy de acuerdo es con que
Berizzo no está a la altura del club o que no había hecho méritos suficientes para llegar al
Sevilla, pues su
Celta era un equipo que jugaba bien al fútbol y conseguía resultados, dos señas comunes con sus predecesores en el cargo.
Con todo, una destitución me parece precipitada, y sé que mi opinión es minoritaría y que quizá estoy mediatizado por la idea que tuve cuando llegó de que era la mejor manera de dar continuidad a lo propuesto anteriormente por
Sampaoli o por pensar que todavía es posible ver al
Sevilla que
Berizzo tiene en mente y que no es el que se ha mostrado hasta ahora. Cuatro meses no me parecen suficientes para evaluar el trabajo de un entrenador que ha reconocido que no toma decisiones para beneficiarse egoístamente, sino para que el equipo llegue en las mejores condiciones al tramo decisivo de la temporada. Si finalmente se produce el despido, el mensaje que queda es que es mejor explotar el plantel durante los primeros meses de la competición, mantener las expectativas altas y después que se caiga el equipo -lo que le pasó a
Sampaoli- a pensar más a largo plazo, que es lo que ha hecho
Berizzo, con todas sus equivocaciones, que es innegable que ha cometido. O que está bien pasar la mano con actitudes poco saludables dentro de un vestuario como la de
Steven Nzonzi. Además, el técnico se queda sin la baza de demostrar hasta dónde podría haber llegado con los retoques invernales, que es obvio que son necesarios tras una planificación con carencias.
La
exigencia que ha llevado al
Sevilla a las cotas más altas de su historia puede volverse en contra cuando la búsqueda constante excelencia se torna en frustración, algo parecido a lo que ocurrió en el
Valencia no hace mucho.
Quiero pensar que detrás de esta decisión -si es que llega finalmente- estaría el deseo de enderezar un camino que los números mantienen
-comparados los de Sampaoli y Berizzo en igualdad de condiciones no son muy diferentes- aunque las sensaciones que transmite el equipo son malas. En este caso, es de agradecer que la entidad mire más allá de los resultados. La peor noticia sería que los que toman las decisiones en el
Sevillla lo hacen acuciados por la vuelta a la primera línea de
Del Nido y la necesidad de actuar para dar la impresión de que no hay inacción. Esta precipitación puede suponer que quienes dirigen la nave nervionense la lleven a una deriva nada aconsejable.