El paraíso del queso oculto en Sevilla
Ubicado en el popular barrio de Triana hay un pequeño bar con más de un centenar de tipos de quesos de todas partes del mundo

El queso es uno de esos alimentos que odias o amas. Si eres de la segunda clase de personas, debes visitar un bar oculto en un popular barrio de Sevilla donde podrás disfrutar como un niño pequeño con un caramelo. El sitio en cuestión se llama Bar Juan Carlos y se ubica en el barrio de Triana.
Uno de los grandes manjares de la gastronomía española es el queso, teniendo España hasta 26 denominaciones de origen de este producto. Cabrales, Idiazábal, Manchego, Torta del Casar, Tetilla, Casín o Majorero son algunos de estos quesos con DOP en nuestro país. Pero es que el queso es un producto que se consume en todo el mundo y donde existen denominaciones de origen en muchísimos lugares, como es el caso del Roquefort en Francia, el Pecorino o el Grana Padano en Italia, el Cheddar en Reino Unido, el Emmental en Suiza, el Gouda en Países Bajos o el Feta en Grecia.
Para que nos hagamos una idea, sólo en España se consumen cerca de siete kilos de queso por persona al año, produciéndose más de 300.000 toneladas de este alimento de forma anual. En el Bar Juan Carlos se pueden encontrar más de 100 tipos de queso distintos de todas partes del mundo, siendo un templo para los amantes de este alimento.
Fue en 1993 cuando decidieron montar este pequeño negocio familiar en el corazón de un barrio tan mítico como Triana, exactamente en la calle Febo, convirtiéndolo a día de hoy en el mejor lugar de la capital andaluza para comer queso. En total son cerca de 120 variedades de queso en su carta, con una vitrina que colocan con mimo cada mañana donde poder observar alrededor de 80 de esos quesos. Pero esto no es todo, ya que también tienen más de 70 cervezas artesanales, tanto españolas como internacionales, ofreciendo una gran experiencia de maridaje a quien lo desea.

El local no es muy grande, con cuatro o cinco mesas altas en la calle y una barra en su estrecho local. No admiten reserva, por lo que hay que ir pronto para coger sitio en este paraíso quesero. Su carta no es muy extensa más allá de los quesos, ofreciendo conservas, algo de chacina y patés.
Cuando está abierto, el olor embriagador del queso te atrae desde la otra punta de la calle, como si te lanzara un hechizo. Se pueden probar sus quesos en tapas o en tablas de surtidas, para las cuales te aconsejan según el tipo de queso que te guste.